Athelstan podía sentir los gritos furiosos de Lagertha aún antes de entrar a la casa.
Eran las ocho de la mañana, los pájaros cantaban alegres, el viento movía lentamente las hojas y a él le dolía un poco el trasero por la noche anterior.Suspiró escuchando también el llanto de Gyda, quien seguramente se encontraba confundida y asustada al oír a su madre gritar.
-¡Me dejaste totalmente sola! ¡Era nuestro aniversario! -Escuchó al entrar. La discusión al parecer estaba siendo dada en el segundo piso.- ¡A ti nada te interesa cuando se trata de tu familia! -El pelinegro pudo reconocer el desgaste de la voz de la rubia. Al parecer habían comenzado desde hace un rato.- ¡Eres un desgraciado! -Oyó golpes y dudó si subir, pero Gyda aumentó la intensidad de sus lloriqueos y él sabía que no la podía dejar así.-
Inhaló hondo y se armó de valor para subir. No era la primera vez que les escuchaba discutir de esa manera, pero sí la primera en la que él era causa indirecta del problema.
Llegó hasta la habitación de la bebé y no tardó nada en tenerla en brazos. Ésta reconoció su voz e hicieron falta simplemente un par de minutos para que se tranquilizara. Sonrió, notando cómo le miraba curiosa, en silencio.
Procedió a bañarla y cambiarle la ropa por un simple vestido rosa, su ropa interior y medias de algodón.
Ya cuando salió del cuarto con la criatura en brazos dispuesto a comenzar a hacer el desayuno, ya las cosas se habían calmado un poco.
Se cruzó con Lagertha en el pasillo, quien con un sonrojado rostro y ojos rojos le miró seria y sin dirigirle la palabra se metió al baño.
Su corazón se aceleró un poco, ¿Su jefa habrá notado también su ausencia la noche anterior?
Con el pensamiento en mente se mordió el labio y se dedicó a seguir su camino hasta la cocina. Dejó a la pequeña en la alta silla de madera para bebés frente a la mesa y comenzó a calentar su biberón con leche dentro del microondas.
Luego de alimentar a Gyda la liberó para que pudiese jugar y se dedicó a hacer el otro tipo de desayuno, sirviendo la mesa con waffles, café, tocino y huevos.
Ya cuando estaba dejando por último la jarra de agua para la señorita Lothbrok, apareció Ragnar.
Vestía formalmente como en todas las mañanas. Su pantalón de vestir gris oscuro más su azulada camisa con corbata negra no eran más que típicas en él ya que acostumbraba a usar ese tipo de prendas a diario por causa de trabajo, pero aún así, él nunca se cansaba de admirar el semejante hombre que era.
-No tengo apetito -Habló serio sin siquiera mirarle al rostro. Athelstan sintió una molestia en su pecho pero aún así asintió, apartando el desayuno que le había preparado y sirviéndole únicamente una taza de café, la cual sabía que siempre era esencial en las mañanas para él.-
Lothbrok simplemente carraspeó su garganta para tomar el diario en una de sus manos mientras con la otra alcanzaba la taza, aún ignorando su presencia.
El empleado entendió la señal y se apresuró a marchase del lugar, tenía cosas más importantes que hacer en vez de esperar a que Ragnar le dirija la palabra.
Si bien ese tipo de comportamiento no era nada nuevo ya que su jefe solía actuar de esa manera con él frente a las demás personas, se le hacía extraño que lo hiciera en la intimidad de su hogar, cuando ni siquiera su esposa estaba presente en la habitación.
Dejó los pensamientos de lado, escuchando cómo la señorita Lothbrok bajaba las escaleras en silencio.
Decidió irse a la segunda planta ya que se encontraba deshabitada y poder comenzar a limpiar sin distracciones, llevándose a la niña consigo.
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Señor Lothbrok.
Fanfiction1960. Athelstan, un joven criado por una familia negra, lleva un par de años trabajando en la casa de los Lothbrok. Una familia adinerada que vive a las afueras de la ciudad de Jackson, Missisipi. Su jornada se basaba en limpiar el hogar, cuidar de...