Luego de haberse mentalizado toda la mañana en cómo debía de actuar cuando viese a su jefe en el desayuno, se encontró con la noticia de que había viajado de imprevisto hacia Carthage, una ciudad cercana.
Dos días más tarde Lagertha se encontraba más que furiosa y eso lo pudo sentir desde el primer cruce de palabras apenas había entrado a la residencia.
La mujer se caracterizaba por tener un carácter un poco complicado. Era un tanto perfeccionista y siempre era algo difícil complacerle por completo.
Sabía que debía de tenerle paciencia. Primero que nada porque era su jefa y segundo porque estaba en plena gestación. Él más que nada agradecía a Dios no tener la posibilidad de procrear porque ya de por sí no era muy bueno controlando sus emociones.
Pero entendía por qué el enojo de la rubia mujer. Ragnar nunca había sido un hombre con tiempo. Era muy raro verle en la casa antes de horas y siempre había sido una lucha tenerle presente temprano en los eventos sociales.
Muchas veces había notado cómo éste optaba por llevarse el trabajo a su casa para poder complacer a su esposa, pero obviamente no rendía lo mismo y a final de cuentas volvía a estar horas y horas fuera de su hogar.
Él mismo se había visto un tanto decepcionado en el principio de la rara relación que mantenían, la tal apretada agenda del mayor únicamente permitía que se pudiesen ver al final de su jornada. Por eso el rubio había tomado la costumbre de llevarlo hasta su casa, aprovechando el tiempo del camino para hablar de cómo les fue en el trabajo a ambos, para terminar en la habitación de Athelstan teniendo sexo, claro.
Supo que las veces inesperadas en las que el ojiazul se encontraba frente a su hogar dispuesto a pasar un rato, eran horas en las que podía estar haciendo otras cosas más productivas, pero aún así prefería estar a su lado.
Fantástico, nuevamente estaba pensando en él. Suspiró, dejando el trapo sobre el fregadero, mirando hacia abajo.
Gyda le miraba con ojos grandes, haciendo pucheros en sus labios y sus pequeñas manos le jalaban el pantalón de su uniforme. Sabía qué era lo que significaba, así que no tardó en alzarla en brazos.
Ésta, con sus dos años de vida era un completo caos andante. Le gustaba desordenar todo lo que sus manos alcanzaban y balbucear unas que otras palabras.
Era una hermosa niña de cabello castaño y ojos marrones. Recordaba haberse preguntado de quién sacó aquellos rasgos, ya que los padres de ésta eran ambos rubios de ojos azules pero con el tiempo le quitó importancia porque no era un tema que de su incumbencia.Con la niña en su cadera terminó de servir el café de su jefa.
-Athelstan limpia la casa antes del mediodía, he invitado a las mujeres del club junto a sus maridos ésta tarde para celebrar el aniversario de nuestro consejo -Ordenó la mujer, ojeando el diario que usualmente solía leer en silencio su marido en aquellas horas.- Ducha a Gyda, pero haz que termine su desayuno antes de ello -El pelinegro simplemente contestó un "Sí, señora" para luego retirarse junto con la pequeña, comenzando una lucha para que terminase de comer la avena.-
Aquél día la temperatura también se elevaba de los treinta grados y el tener que limpiar todas las habitaciones de la casa antes del tiempo indicado había sido todo un desafío.
Lo había logrado, claro que sí, pero el cansancio físico le había reducido la energía lo máximo posible. Agradecía que el día siguiente fuese su descanso.
Las mujeres no tardaron en llegar luego de la hora del almuerzo, todas con sus maridos a sus lados y detrás de ellos sus hijos siendo cuidados por las criadas, quienes cargaban recipientes con postres o aperitivos.
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Señor Lothbrok.
Fiksi Penggemar1960. Athelstan, un joven criado por una familia negra, lleva un par de años trabajando en la casa de los Lothbrok. Una familia adinerada que vive a las afueras de la ciudad de Jackson, Missisipi. Su jornada se basaba en limpiar el hogar, cuidar de...