Silencio.
Todo estaba en total silencio.
El ambiente era incómodo y esa fijamente amenazadora mirada sobre el, le hacían ponerle los pelos de punta.
Suh le daba escalofríos, tenía ganas de gritar, salir corriendo y tirar todo por la ventana, pero advertido había quedado.
Azotó el lápiz en el escritorio y tiró de sus propios cabellos. La frustración lo estaba matando, no podía concentrarse.
—¿Me puedes explicar que rayos te pasa?— Cuestionó el hombre con una muy notable expresión de molestia y los brazos cruzados.
—Usted es el problema...— Respondió Taeyong en una voz tan inaudible que era casi imposible escucharlo con claridad.
—¿Disculpa?—
—Nada, perdón...—
Suspiró. —Escucha niño, yo no se que es lo que tengas en mi contra, pero definitivamente no es mi problema. Yo no pienso tolerar esa actitud—
Tragó saliva. —Y-Yo... Lo siento... Trataré de calmarme—
—Eso espero—
Hacía su mejor esfuerzo por escribir decentemente, su mano no paraba de temblar.
—Eso está mal. Te pedí que definieras el Enlace iónico y tu estás escribiendo la definición del enlace covalente polar ¿qué acaso no te expliqué bien?—
—Si profesor, ya lo corrijo...—
Volteó a mirar el reloj que se situaba en lo más alto de la pared. —¿Sabes que? Ya se acabó el tiempo, y yo no pienso esperarte más, tengo cosas que hacer. Te veo mañana aquí mismo a la hora de salida
Esas palabras fueron suficientes para que Taeyong saliera huyendo despavorido de ahí.
Al fin, sentía que el alma le regresaba al cuerpo.
Contó sus monedas que le habían sobrado y era suficiente dinero para pagar un pasaje. Esta vez no tenía ganas de caminar, por lo que iría a la parada a esperar un taxi que lo llevase a casa de Yuta.
Esperaba que su amigo si lo recibiera. No quería estar solo en su casa, necesitaba que alguien le diera consuelo.
Hoy no había nadie en la parada, pues ya todos los estudiantes se habrían ido desde hace una hora.
Comenzaba a sentirse nervioso y mejor estaba optando por darse por vencido e irse caminando, aunque estuviese levemente retirado.
Un auto de color azul marino se estacionó frente a el, y en cuanto se bajaron los vidrios, otra vez sintió el pánico apoderarse de su cuerpo.
—Sube...—
—N-No, profesor, muchas gracias, ya viene un taxi por mi...—
—Los taxis vuelven a transitar aquí en unos 20 minutos y el autobús sale dentro de unos 40. ¿Seguro que piensas esperar? Anda, te llevaré a tu casa—
—Es que no iré a mi casa, hoy iré a casa de un amigo...—
—Bien, como tu quieras...— De nuevo encendió el vehículo.
Lo pensó por un par de segundos. —Está bien, acepto que usted me lleve... — (Dios mío, ¿qué mierda estoy diciendo?)
—Okay, sube. Tu me irás indicando a donde es la casa de tu amigo— Quitó el seguro de las puertas.
Taeyong le indicaría a que dirección ir y subió en la parte trasera del auto. Miraba por la ventana y de vez en cuando curioseaba un pequeño osito de peluche, un atrapasueños y un cartón en forma de pino con una fragancia muy agradable que colgaban del espejo retrovisor, pero por ningún motivo dirigía la mirada hacia su intimidante profesor.
De nuevo ese silencio abrumador se había hecho presente en todo el camino, volviéndolo eterno, hasta que...
—Hemos llegado—
—M-Muchas gracias, profesor, nos vemos mañana... —
Como alma que lleva el diablo, tomó sus cosas y salió del auto. Se dirigió corriendo hasta la entrada de Yuta y tocó el timbre con desesperación. El corazón milagrosamente no le había explotado de la ansiedad que estaba sintiendo.
-¡Taeyong Hyung! ¿Qué te pasó? ¿Qué tienes?— Preguntó el nipón bastante preocupado al ver la carita de desesperación de Taeyong.
—¡Ya no aguantaba!— Se lanzó a los brazos de su amigo y se soltó a llorar. —¡Sentía que moría!—
—¡Tranquilo! ¡Estás hasta temblando!— Comenzó a frotar su espalda para tratar de tranquilizarlo. —Ven, vamos a que te tomes un té caliente para relajarte. Ahora llamo a YoonOh para que nos haga compañía, ¿si?—
—S-Si por favor... — Asintió varias veces y se adentró en la casa de su amigo.