Capítulo 5:

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Al cabo de unos meses llegó navidad y con ella el día de mi décimo sexto cumpleaños, habían pasado muchas festividades, muchos festejos en los cuales no había sido partícipe, y, aunque me dolía no poder disfrutar cada uno de esos momentos como quería, no me traían tanto dolor como el que sentí en ese instante. Para mi era la primer navidad en la que no podía estar junto al árbol con amigos o familia en la calidez de mi hogar, en la que no podía disfrutar sin miedo a pensar que pasaría mañana, en la que mis padres no tendrían felicidad completa.

Pero, a pesar de saber tanto yo como los demás nos sentíamos al respecto quise dejar todo eso atrás y brindarnos algo que se convertiría en un recuerdo lleno de felicidad. Para mi suerte dentro de la clínica había un espacio el cual lo habían utilizado bastante bien para poner un árbol de navidad, la gran mayoría de mi familia estaba allí sólo faltaba mi tía Zoe, quería que ella estuviera conmigo, pero por lo que me dijeron su vuelo fue cancelado y eso la llevó a tomar la decisión de quedarse para llegar luego de 6 meses. A pesar de eso estaba rodeado de tantas personas importantes en mi vida, no era la mejor de las navidades pero para mi era especial. Me encontraba rodeado de los demás pacientes, doctores y enfermeras, de mi mejor amiga Charlotte, y de Grace que de enfermera pasó a ser como mi madre.

Esa noche me sentí tan bien al escuchar como me cantaban “Happy Birthday”. Era algo mágico estar al lado de tantas personas luchadoras e increíbles.

Una semana después disfrutamos de un año nuevo, cada experiencia era mejor que la anterior, no importaba lo que ninguna de las personas presentes padeciera, porque todos juntos éramos uno, éramos felicidad.

Los meses se abrían paso cada vez más rápido, en una bridi y cerrar de ojos ya la tía Zoe estaba a mi lado, su estancia fue de 2 semanas, por lo tanto aproveché para presentarle a Charlotte y a Grace, los tres compartíamos y disfrutábamos como nunca, mi alegría era tal que por momentos olvidaba que estaba en una clínica, que en cualquier instante llegaría a mi final porque no me quedaba mucho de vida, sencillamente olvidaba que.. tenía cáncer.

Cada día con mi tía era de risas y momentos increíbles por recordar, en especial esa última noche que estuvo conmigo, me regaló algo; un diario. Y me dijo que cada vez que quisiera podía escribir algo allí, quizá para muchos esto no signifique nada pero para mi lo era todo.

Cuando pensé que había acabado la noche decidí tomar un momento a solas para dedicárselo a mi diario, y sin temer escribí, escribí sin ningún guión, sin pensar que decir. Al principio se me hizo algo raro el tener que contarle como me sentía en ese momento a un diario, aún así me sentí bien porque tuve una buena manera para desahogarme. Aunque sólo fuese utilizando un lápiz y una hoja de papel, creo que todo me era más fácil. Sabía que cada vez que lo quisiera mi diario estaría ahí para mi, sin ataduras, sin reclamos de mala o buena ortografía, sin nada que decir, su propósito era yo, y eso me encantaba.

Diario de un cáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora