Primera parte: Capítulo 01.

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¡Buenos días, Sophie!


Era jueves por la mañana y la semana de inicio de clases estaba por terminarse. Los del último curso subían las escaleras pisando de forma estruendosa, provocando así una cacofonía insoportable, que perturbaba la armonía del Instituto Nouveaux, no solo por el sonido de sus pies al chocar con los peldaños, sino también por los murmullos descarados emitidos por los estudiantes, que lo hacían sin miedo a que la directiva los sancionara.

Estaban en el último año de colegiatura y habían perdido el interés por un montón de cosas, incluso por la autoridad. Su única preocupación real, era la duda de si entrarían a la universidad o si terminarían de recolectores de basura.

Se encontraban en un período de vida complejo, repleto de aspiraciones y emociones efímeras, comportarse de forma indiferente con las personas y los problemas a su alrededor, era la manera perfecta de soterrar lo perdidos que se sentían, al hallarse sumergidos en las profundidades de un mar repleto de posibilidades. Sin embargo, existían ciertas excepciones, como era el caso de Lilly Estavino, el cerebro viviente del salón, con unas calificaciones dignas de Harvard, quien desde pequeña había direccionando su camino hacia los estudios de la medicina y así seguir con el legado de su familia.

Lilly tenía abundantes pestañas, ojos grandes y una cara que inspiraba ternura. Era de baja estatura, delgada y con el cabello negro sobre los hombros. Poseía una envidiable piel blanca de porcelana, piel que en ocasiones cuando el sol se posaba sobre ella, se iluminaba de tal forma que podían observarse cada una de sus verdosas venas.

No era la niña inteligente cliché de la clase con "la vida perfecta y acomodada", la verdad es que llegaba a casa y colgaba sus dieces en las paredes de un cuarto desordenado, rodeado de ropa y cosas innecesarias por todas partes.

Superficialmente Lilly tenía un aspecto pacífico, pero era de esas personas que contenían una marea barullada en su interior.

Al terminar de subir, inmediatamente hicieron fila y empezaron a conversar entre ellos, como de costumbre, mientras subía la profesora de castellano.

La joven Tory Mo era la tercera en la fila, no era muy alta por lo que solía ir adelante casi siempre. Su piel era dorada, típica de clima tropical. Sus rasgos faciales eran delicados y modestos.

Desde su cuero cabelludo se desprendían hileras de seda tejida a mano, abundantes y pigmentadas en negro, tan largas que llegaban a sus caderas.

Era delgada pero corpulenta, con la espalda ancha y los muslos prominentes, aspectos de los cuales no se sentía orgullosa. Tory practicaba ballet y hubo un tiempo en dónde se inmiscuyo tanto en ese mundo que se perdió en el, provocando que se obsesionara con la talla, peso y medidas de su cuerpo. En su mente, rondaba el pensamiento de que: "Mientras más delgada y liviana fuera, mejor bailarina sería".

La mayor de la familia Mo, era perfeccionista, comprometida con cada actividad a la que se dedicaba, e igual de aplicada en sus estudios que Lilly, a la que conocía desde el jardín de niños y quién se encontraba justo detrás de ella.

-Lilly, repasemos otra vez que siento que se me olvidará.

-Está bien, pero en receso, ahora vamos a entrar con Micaela.

-Bueno, ¡pero que conste que si algo se me olvida es tu culpa, eh! -respondió Tory irónicamente.

-No me haré responsable de eso -dijo Lilly regalándole una sonrisa.

Detrás se encontraba Lydia Buitriago, en silencio, escuchando desde hace rato la conversación y preocupada empezó a buscar su libreta, ¡Se le había olvidado por completo que tenía exposición en ciencias!.

No era la primera vez que le ocurría algo así, ya que gastaba gran parte de su horas diarias leyendo novelas eróticas, y a veces se le olvidaba hacer sus tareas, así como también ir al Gimnasio a bajar algunos kilos que tenía de más. Tenía la piel morena, cabello castaño oscuro. De baja estatura y dueña de una hermosa sonrisa de ortodoncia, de esas que al mirarla te transmitía vibras positivas y te alegraban la vida, de esas sonrisas que te hacían olvidar todas las problemáticas que envolvían al mundo.

Lydia se caracterizaba por su personalidad arrolladora y divertida, al igual que por sus chistes de doble sentido. Era una diva innata. Carismática. Una mezcla entre: Regina George y Sharpie Evans, con su misma obsesión por el rosa, el brillo y el buen gusto.

-¡Me vale!, pasaré la otra semana -pensó Lydia, guardando de nuevo los cuadernos en su mochila.

En ese momento llego una mujer que no pasaba de un metro cincuenta, de piel morena. Lucía un corte de cabello pixie, con rastros canosos un tanto despreocupados, y su nariz sostenía unos lentes con la montura desgastada.

Era la profesora Micaela Hernández, ajetreada y con un montón de papeles.

-Buenas muchachos, disculpen la tardanza, ustedes saben cómo están los transportes -dijo aquella mujer de espíritu joven. Se quitó los lentes, saco un pañuelo del bolsillo izquierdo de su camisa y se secó el sudor de la frente -. ¡Pasen!, ¡pasen!, empecemos con la clase de una vez.

El instituto Nouveaux, era reconocido por su disciplina y profesores destacados, profesores que al parecer tenían un injerto de aligustre y limón en el paladar, porque sus rostros no expresaban más que amargura.

La profesora Micaela era diferente, se convirtió en la más querida de la institución, gracias a sus chistes y espontaneidad, que hacían que conectará con cada uno de sus alumnos.

La querida profesora había intentado millones de veces mejorar la convivencia en el aula y que fuesen unidos entre ellos, intentos que habían sido en vano, porque al entrar el ambiente te pinchaba con miles de espinas, iguales a las de las rosas de un pensil.

Era un aula dónde predominaba la poca empatía entre alumnos y las diferencias sociales, un salón que estaba dividido en pequeños grupos jerárquicos, donde los miembros evitaban por completo la convivencia con compañeros ajenos a su círculo, por eso al entrar todos se sentaban de manera casi robótica en sus respectivas sillas y área del salón donde convivían con su grupo.

Ya habían pasado unos minutos de haber tomado asiento cuando escuchan de pronto un: "Buenos días, ¿puedo pasar?". Era una chica asomada en la puerta del salón, de estatura estándar, llegaba a un poco más de la mitad del marco. Su piel tenía una tonalidad almendrada, acompañada de algunos lunares. Era delgada, con una cabellera ondulada, castaña, que se iba degradando a un tono más claro hasta las puntas y que llegaba a su pequeña cintura. Tenía la mirada profunda y un rostro que esbozaba timidez y un fuerte carácter a la vez.

-Claro señorita, puede pasar, tome asiento -respondió con entusiasmo la profesora Micaela.

Sophie Albornoz era el nombre de aquella joven.

-¡Gracias! -alcanzó a decir Sophie mientras entraba al salón.

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-¡Hola! Es la primera vez que escribo una historia, les agradecería que no fuesen tan duros conmigo, aun así me encantaría que me dijeran lo que piensan al respecto y dejaran sus recomendaciones. Los quiero mucho, gracias por leer.

By:《purplegothic/E.F♡》

The Lie of the Moon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora