007. Rodolfo el Reo

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Lo bueno va y viene.

O eso decía la abuela de Feliciano cuando era niño mientras preparaba chocolate caliente y el niño chupaba la cuchara sucia en un intento por limpiarla.

Para el joven panadero la vida no había sido sencilla. Había dejado su casa para estudiar, pues en su rancho no había una escuela cerca.
Pero poco a poco se dio cuenta que lo suyo no era la escuela.
Había iniciado a cocinar por necesidad propia, ya estaba harto de las sopas instantáneas y el huevo con catsup, y cómo por obra del destino dió con un canal en YouTube de cocina, donde mostraban como preparar desde platillos muy sencillos hasta lo que nunca imagino ver en un plato.

Fue así como después de un arduo trabajo logró abrir su propia panadería, pues aunque le gustara cocinar, su verdadera pasión era la repostería.
Su mayor impulsor fue Cristofer, su mejor amigo, que digo su mejor amigo, su best friend.
Amaba sus galletas, fue con quien inició un pequeño negocio de brownies mágicos y galletas de nuez que vendían en la prepa para pagar sus libros.

Ahora su panadería era grande, llena de anaqueles y con un aroma similar al del cielo.

Tenía algunos trabajadores, como Ignacio, el joven evangelista que le ayudaba a embolsar las piezas de pan y de vez en cuando cobrar.
O como María Juana, quien decoraba los pasteles y lo ayudaba a hornear.

Todas las mañanas despertaba emocionado por ir a su local, no dejaba de mirarlo y sentir emoción por todo lo que estaba logrando. Tal vez no era mucho, pero era trabajo honesto.

Por ello cuando su bro le comentó sobre la idea de poner un puesto de tacos no la pensó mucho. Amaba los tacos y sería un ingreso extra, así podría contratar a alguien que le ayudara con el pan en general y hacer algunas mejoras en los hornos.

Fue así como ambos chicos, junto con Charly, emprendieron el camino y el sueño de ser taqueros.
Buscaron recetas, un proveedor de carne y ya estaban listos.

Aquella noche iba a ser la gran inauguración, Cristofer se había puesto sus mejores garritas tapadas por aquel mandil negro con el logo de su nueva "Empresa".

Charly, quien había estudiado dos semestres de recursos humanos en un bachilleres, se había adjuntado a la caja, además de ser el encargado de picar la verdura y hacer las salsas más picosas, quería ver a todos con la cola enchilada.

Y Feliciano se había pasado la tarde enchilando la carne y echándole que sus condimentos y que sus hierbitas para que quedaran bien sabrosas después de un rato de marinarse en su jugo.

Una vez iniciara el guateque, sus puestos eran los siguientes: Feliciano iba a cocinar la carne, Cristofer la iba a picar al tiempo que calentaba las tortillas y Charly le echaba la salsita, el cilantro o los pepinos a los tacos que entre los dos anteriores iban sacando.

Habían una cuarta y una quinta persona: Carla había sido contratada por Cristofer para ser mesera y llevar las órdenes a los clientes, y ella había aceptado claramente para estar aunque fuese un poquito más cerca de el muchacho que le alborotaba la hormona. Y por último Sergito, a quien Charly había pedido ayuda pues era su mini asesor de confianza, además de que le había explicado cómo administrar el dinero para su internet, era todo un chico de negocios y mientras Charly se encontraba ocupado atendiendo órdenes, él iba a cobrar.

Pero no todo puede ser color de rosa. Pues aquella mañana, mientras todos hacían su vida diaria corrió el rumor al que todos temían. El "Topo" andaba suelto.

Doña Julia contaba en el desayuno a las primas quién era aquella persona y porque todos andaban muy alertas. Jimeno desde muy temprano le advirtió a su muchacha que no saliera sola, mientras que Víctor se había ofrecido a hacer las compras en el tianguis de las chicas y algunas de la señora Orozco.

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