016. Pinches rateros.

72 9 13
                                    

Un viejo poeta dijo alguna vez: "el amor, el amor, no deja de ser".
Tadeo y Román cada vez estaban más enamorados, a tal grado que ya se veían juntos en un futuro.

Después de las clases en la secundaria, se iban a la casa del otro para hacer tareas, darse un baño o simplemente para pasar el tiempo juntos, disfrutando de su compañía mutua.

Obviamente eran dos chicos sumamente irracionales. Ambos víctimas de la edad de la punzada, estaban tan cegados por el amor y cariño que se tenían que no podían ver de una manera realista su relación.

Su amor era tan puro y dulce, que podía romper esa barrera del tiempo y el espacio.

Después de hacer su típico plan de vida llegaron a una conclusión: necesitaban independizarse.
Y qué mejor si era juntos.

Cuando Jimeno llevaba a su hermanito a hacer el super, lo notaba bastante distraído. Ultimamente se le perdía entre los pasillos mirando las estufas y las lavadoras.

Y lo mismo pasaba con Tadeo; todo el tiempo que pasaba lejos de su pareja, se la pasaba metido en internet buscando muebles en remate, departamentos cercanos, ¿y por qué no?, hasta una arrocera para hacerse sus menús bien al mero estilo veracruzano.

Tanto Víctor como Jimeno se habían percatado de las cosas, mas no se atrevían a tocar el tema. Eran dos niños que estaban jugando a ser adultos, pero tampoco querían romper sus sueños.
Ellos también habían sido adolescentes enculados, si bien que se acordaban de cuando se le declararon a la Jenifer y a la Gaby el día de San Valentín.

Pero el pasado es pasado y el futuro, viento.
O eso dice la señora del horóscopo.

En fin, decidieron dejarlos tranquilos pues sabían que lejos, lejos no iban a llegar.
Pero mocos, la pareja ya andaba haciendo cuentas, y si las cosas iban de acuerdo al plan, dentro de muy poco ya tendrían un colchón, una mesita y un par de sillas que al rechinar parecía que necesitaban un exorcismo.

El único insumo fijo que tenían era el dinero que les daban para el recreo, se podían estar muriendo de hambre pero guardaban sus 20 pesitos, esperando que para fin de mes subieran más sus ahorros conjuntos.

Querían irse lo más rápido posible así que necesitaban lo más importante: un trabajo.

Pensaron en Feliciano, pero les dijo que ya eran muchas personas en la panadería y que no les podía pagar lo que merecía el trabajo.
El Primo les dijo que no podía, pues eran menores de edad y tenía miedo de que le cerraran el changarro.

Pero la luz al final del túnel llegó en forma de una tienda de mascotas.

Ahí andaban los dos morrillos, con los mocos secos pegados a los cachetes y los dedos llenos de polvo de cheetos, preguntando si podrían conseguir el trabajo que anunciaban en los volantes pegados en los postes.

Ese día ambos llegaron a su casa bien contentos.
Román le dijo a Jimeno que necesitaba el trabajo para comprarle algo a su mamá el día de las madres, cosa que no era mentira, pero tampoco era todo el motivo.

Sin embargo, a Tadeo lo agarraron como tigre de santa Julia; Víctor lo vió entrar al baño, este era su momento clave para actuar o darse por vencido.

— ¿Ora qué trais?

— Chorrillo, ¿Por?

— No te hagas pendejo. Ya me dijo Feliciano que le fuiste a preguntar si te podía dar trabajo. ¿Por qué no me habías dicho?

— Porque te pones en ese plan, bien digno, como si te estuviera haciendo algo malo—. Comentó el menor de los Perez un poco incómodo. Nunca le habían dado una regañada mientras estaba en el baño — Además si te digo el porqué te vas a reír.

✨AVENTURAS 3ERMUNDISTAS DEL KPOP✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora