[ 𝗲𝗻 𝗽𝗿𝗼𝗰𝗲𝘀𝗼 ] seungmin fue vendido, secuestrado o regalado. no lo sabe a ciencia cierta, lo único que sabe es que su confianza hacia los alfas se ha roto desde el día en que llegó a la manada hwang.
por eso está dispuesto a cualquier cosa...
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El instinto de Hyunjin parecía externo a su razonamiento, incluso su alfa se hallaba en un estado de confusión que no le permitía entender por qué algo dentro suyo parecía responder al llamado del recién llegado omega.
No, esto no podía ser verdad, sentía sus colmillos brotando sin poder controlarlo, la posesividad dentro de él se agravio al punto en el que todos estaban alejándose sorprendidos por sus gruñidos, pero no era algo ni remotamente parecido a lo que sintió cuando tuvo que rescatar a Seungmin de su inseperado celo. En esta ocasión no se sentía correcto para nada, no había algo que lo hiciera sentir como si estuviera reclamando algo que fuera suyo, ningún sentimiento o afecto de por medio. Simplemente instinto.
Su mundo quedó a oscuras con la luz de un reflector apuntando directamente a una sola persona, Seungmin se encontraba parado ahí frente a él con los ojos de cachorro más grandes y llorosos que hicieron grietas dentro de su corazón, la traición manifestándose en sus orbes como bola de cristal que Hyunjin detestó tanto en especial después de entender que él estaba siendo el causante mientras estuvo cediendo a su instinto y logrando acercarse al omega que pataleaba desquiciado por acercarse hacia él.
Despabiló como por arte de magia y de pronto su alfa estaba gruñéndole por haber lastimado a su omega, como si él tampoco hubiera podido combatir el estado de transe bajo el que estuvo. Se sintió mareado de pronto, su cabeza doliéndole y la temperatura de su cuerpo aumentando sin ningún tipo de lívido, simplemente calor. Volvía a ser como un bicho raro el cuál todos observaban.
—¿Qué me está ocurriendo?—Gruñó desde su interior sosteniendo su cabeza mientras se tambaleaba con pasos inciertos hacia donde se encontraba su indefenso amante.—¡Seungmin!
Lo último que vio fue una visión borrosa del pequeño castaño corriendo hacia él con una expresión horrorizada y extendiendo sus manos hacia él como si pudiera alcanzarlo, antes de finalmente caer al pavimento y perder la noción de lo que estaba ocurriendo.
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Daniel siseo ante el alcohol sobre su herida, la gaza anterior había sido removida con cuidado por Jihyo cuyas manos no paraban de temblar desde la última vez que tuvo que aprender a coser una herida con hilo y una oxidada aguja.
