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Jihyo ahogó medio grito en el momento en el que despertó sin sentir la compañía de su querido hijo, quién en otras tardes donde se hubiera quedado dormida, él esperaría por ella distraído con atrapar algún que otro insecto que se escabullía bajo l...

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Jihyo ahogó medio grito en el momento en el que despertó sin sentir la compañía de su querido hijo, quién en otras tardes donde se hubiera quedado dormida, él esperaría por ella distraído con atrapar algún que otro insecto que se escabullía bajo la tierra ante la amenaza de sus habilidosas manos.

No había rastro alguno.

—¿Jinnie?—Preguntó la mujer con esa suave voz que empleaba con su hijo cuando éste presentaba problemas para entender órdenes. No quería asustarle ni darle indicios de alguna preocupación, sin embargo Hyunjin siempre había sido extremadamente curioso, tanto que perseguir una mariposa era la aventura más divertida a la que el adolescente se permitía enfrentar.—¿¡Hyunjin!?

El viento soplaba en dirección contraria a diferencia de donde descansaba con su madre hacia unos diez minutos, a veces los roedores gozaban de rondar las tierras con sus comodinas patas traseras que los impulsaba a pasearse entre los árboles, tentando la atención de Hyunjin y provocándole para seguirles. Su fornida espalda naturalmente otorgada por su complejo alfa, aquellas piernas largas que lo bendecían con unos metros que aumentaban cada año en una competencia contra los de su progenitor, y esa ardiente quijada que era alagada constantemente por su madre e incluso por su hermana. Habíale dotado la Luna no sólo con su armoniosa tranquilidad y ese espléndido aroma, si no con la hermosa sensibilidad de su espíritu para saber tratar con todo aquello que poseyera vida y que le rodeaba. Toda criatura era fascinante ante sus ojos, con algo nuevo que enseñarle y él dichoso aprendía casi con un placer infantil.

Un inefable olor a cerezas tiernas y dulces poseyó toda capacidad de razonamiento de un momento a otro, provocando una indecible* sensación que estalló en miles de colores y formas en el momento en que sus ojos colisionaron con la eternamente tierma figura de un omega que lo miraba petrificado, moviendo sus fosas nasales descompuestamente mientras ladeaba su cabeza, cualquiera ajeno a la situación presumiría que eran amigos de la infancia que se reconocían después de varios veranos sin verse.

Su sonrisa era su más letal arma según palabras de su hermana algunos años atrás, el había agradecido el cumplido con un tarro de miel y los yogures de las mejores vacas del establo de la manada, para que pudiera crear esas mascarillas que tanto afán tenía por ponerse en el rostro. Hyunjin no lo hacía por conquistar a nadie o probar ningún punto, como "Si fueras más maduro serías letal para las omegas de tu edad, muchacho" que tanto gustaban de repetirle los hermanos de su padre (incluso, a veces él mismo), él sonreía porque así encontraba la vida más amena. Si bien era cierto que en su infancia solía ser muy serio y distante, durante su crecimiento y el la ayuda de su madre y de su nana, había desarrollado el amor por la vida.

Pero su mirada no se movió ni un centímetro después de haber sido cautivada por aquél ángel terrestre que seguía sin parpadear ni un segundo. No supo cómo ni en qué momento, puesto que sabía de sobra que el contacto físico le incómodaba bastante y procuraba salvaguardar su espacio personal todo el tiempo, pero estuvo dispuesto a renunciar a aquello si a cambio obtendría un estremecedor regocijo al enterrar su nariz en aquél cuello del delgado cuerpo que no retrocedió mientras los centímetros se acortaban. Gruñó encaprichado cuándo otro omega intentó alejar a su objetivo de él, su ceño fruncido y apunto de hacer una rabieta si no obtenía aunque sea una pizca más de ese aroma a frutos rojos.

salty tears & crispy lips || hyunmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora