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Desde que había iniciado su carrera militar, Bang Chan siempre estuvo asqueado de los abusos tan crueles que se vivían dentro entre los propios alfas que doblegaban a los nuevos y a los más débiles para imponer su superioridad y hombría, para obtener respeto y miedo. Él nunca fue partidiario de tener que violentar física, mental o sexualmente a sus subordinados para ganar su lealtad y, sin embargo, el tiempo le dio la razón a aquellas prácticas que tanto condenaba.

Cuando Bang Chan todavía no alcanzaba el puesto de general y todavía obedecía órdenes, había tenido a sus manos un grupo de hombres que lo seguían. Él trató de no repetir conductas violentas que consideraba innecesarias y que de ninguna forma estaba dispuesto a adoptar, pero cuando los rumores empezaron a correr y lo acusaron de ser un "marica" las cosas se pusieron realmente densas. Su superior dejó de encomendarle tareas y misiones que originalmente le pertenecían, sus hombres se rieron de él y vacilaron en obedecer sus órdenes para al final hacerlo de mala gana y sin diligencia. Bang Chan estaba siendo acorralado y apuntado por todo el cuartel como un mal líder, como un mal militar que nunca sucedería el puesto de su general por su debilidad.

Doyoung era su omega de aquel entonces. Un hombre enfermero que había conocido en la escuela militar, de tez pálida y pelo rizado con ojos pequeños pero brillosos. Doyoung era su prometido y esperaban a un bebé en camino. Doyoung estaba al tanto de cada uno de sus problemas respecto a su profesión, y una noche le propuso renunciar. Bang Chan se negó, era una cuestión de orgullo y muy en el fondo de miedo, pero Doyoung insistió. Le dijo que con sus ahorros podrían renunciar a la boda que tenían planeada y mudarse a Australia para vivir una vida tranquila lejos del alfismo en Corea. Tras meditarlo por dos meses más, llegó a la conclusión de que su omega estaba en lo correcto. Bang Chan no quería que su cachorro creciera rodeado de un ambiente tan violento y conservador.

Cuando una misión importante llegó a su oficina, fue la primera en meses que le había sido notificada por el carácter urgente que ésta poseía. El general le advirtió que correrían riesgos todos los involucrados en aquella operación, así que debía reforzar su comunicación con su escuadrón y pensar cómo un líder. Bang Chan accedió a la misión antes de renunciar pues pensó en ello como una manera honorable de despedirse de algo que le habría costado toda su juventud.

La misión era en contra de un grupo de traficantes de armas que habían crecido en los últimos años en las zonas aledañas de la capital del país. La guerra contra las manadas se había vuelto más violenta porque este grupo se encargaba de equiparlos con municiones y él, siendo la persona tan apegada a sus valores que era, decidió que ello era injusto por la cantidad de muertes innecesarias de civiles que aquella guerra causaba. Pensó de manera estúpida que arremeter contra ellos contribuiría a disminuir la violencia.

Sin embargo, en aquel entonces poco se sabía de la conexión que mantenía el poder ejecutivo con los grupos y manadas del país y la conexión de intereses existente. Misiones militares como a las que habían sido mandados tanto él como su general junto con sus escuadrones eran tan solo fachadas del gobierno para fingir que tomaban cartas en el asunto.

Aquel día habían logrado infiltrarse en los cuarteles del grupo traficante, estaban comunicados y expectantes a las señales del general para detonar las bodegas. Una pesada sensación lo había seguido desde la mañana en que se despidió de su omega con la promesa de que regresaría sano y salvo para poder terminar de empacar sus cosas. En ese momento, se aferró al consuelo de que no habían encontrado algún obstáculo sospechoso o que diera indicios de ser una trampa. Todo lo que necesitaban era la señal del general para detonar la mercancía retenida.

Un ruido se escuchó en la radio. Alguien estaba a punto de hablar, y Bang Chan sintió que pronto terminaría la espera que lo estaba carcomiendo. Pero la voz del otro lado no era la de su general, era una risa burlona y astuta que lo saludaba por su nombre y le advertía que no detonara los cuarteles o, de lo contrario, tendría el mismo destino que el general al cual la amenazante voz se había dirigido como "hombre muerto".

salty tears & crispy lips || hyunmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora