Veintiuno.

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Mis días eran más vagos.

Reía, pero solo por compromiso.

Estaba mal... muy mal. Mi mejor amigo, mi único y primer mejor amigo, se iba a mudar y me dejaría sola. ¿Qué podía hacer? Nada. No podía hacer nada, no iba a presentarme en su casa y  pedir de rodillas a sus padres que no se fueran. Solo podía disfrutar el tiempo que quedaba con él, no sacar el tema y seguir adelante. Pero la muy tonta de mi no lo hacía.

A veces, estaba apunto de llorar delante de él cuando sacaba el tema.

A veces, no reía en todo el día.

A veces, no me apetecía quedar y lo hacía solo por verle.

A veces, solo estaba rara.

¿Que coño me pasaba?

Y se fue. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora