32. Punto Ciego ⚠️

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Este capítulo contiene escenas que pueden resultar perturbadoras para el lector. Leer bajo su propia responsabilidad.


Por la televisión estaban tranmitiendo una canción, varias canciones en realidad. Y Dongpyo despertó justo cuando estaba sonando una canción romántica.

Se levantó lentamente hasta quedar sentado en el pequeño futón, talló sus ojos por un momento, antes de ver a su madre, estaba volteada, cantando la canción que estaba sonando y cosiendo una camisa que su padre había roto el día anterior.

—¿Dónde están las tijeras?— Buscó entre su costurero, antes de levantarse e ir a la cocina, siendo seguida por la incrédula mirada del pequeño Dongpyo.

Tomó las tijeras mirándolas con una sonrisa. —Claro.. esto servirá..— Abrió y cerró las tijeras reiteradas veces, escuchando ese característico sonido de las cuchillas chocando, sonido que Dongpyo también alcanzó a escuchar. Volvió a la sala y siguió cantando la canción que aún no terminaba.

Dongpyo, por otro lado, seguía sentado en el futón, mirando curioso el suelo, pues este tenía pequeños pedazo de vidrios verdes repartidos por todas partes. Tomó uno que estaba cerca de él y lo miró por un momento, antes de apretarlo entre sus dedos. 'Auch..' soltó inmediatamente el pedazo de vidrio, viendo un fino corte en la yema de sus dos dedos, de los que caían apenas un par de gotitas de sangre.

. . .

—¡Hija de puta! ¡¿Cómo te atreves a llegar tan tarde?!— La mujer estaba siendo pateada una y otra vez, por el hombre que acababa de llegar a la casa. —¿Creíste que podrías escapar de mí? ¡Asquerosa!

Se sentó apenas en el suelo, sin emitir ningún ruido.

—Estás haciendo que el alcohol me sepa mal. ¡Sal y tráeme más!— Empujó el hombro de la mujer con uno de sus pies.

—No..— Susurró cabizbaja.

—¡¿Qué esperas?!— Gritó desesperado sin haberla escuchado.

—¡Dije que no! ¡No lo voy a hacer maldito bastardo!— Gritó enfrentándolo por primera vez.

—Qué.. ¿Bastardo?..— Quedó estupefacto, pero no duró mucho, puesto que su sangre comenzó a hervir más que antes, le estaban gritando y no le gustaba. —¿A quién crees que le estás gritando?— Su entrecejo fruncido le hacía parecer un perro rabioso.

—¡Así es, jodido imbecil! ¡Perdí la cabeza desde que tuve que lidiar con ese mocoso tuyo!— Gritó la mujer desde el suelo recibiendo una fuerte bofetada en su mejilla.

Para este momento Dongpyo apenas estaba despertando, se había dormido justo cuando la canción terminó y ahora fue bruscamente despertado por los gritos de sus padres.

—¡Hoy será el día en que por fin acabe con tu miserable vida!— Tomó a la mujer de los cabellos y sostuvo su cabeza dando un rodillazo justo en su nariz.

—Agh..— Trató de detenerlo, pero todo era inútil. —¡Suelta!— Cómo pudo tomó las tijeras que había dejado cerca y cortó la muñeca del hombre. —¡Dije que me sueltes!

—¡Mierda!— Sus manos estaban temblando, el dolor era insoportable, pero eso no lo detuvo, más bien, lo enojó más. —¿Realmente quieres morir? ¡¿Así me pagas por darte de comer?!

La mujer jadeba y temblaba sin cesar en el suelo, se notaba en sus manos que no paraban de moverse. Todo su cuerpo sentía una adrenalina indescriptible, misma por la que no sentía dolor alguno después de ese rodillazo que recibió en su nariz. Tampoco lo habría notado de no ser porque sus fosas nasales estaban sangrado.

—¡Ven aquí, maldita puta!— Volvió a gritar una vez que la vio bajar la guardia.

—¡No te acerques!— Comenzó a agitar las tijeras frente a ella para evitar que se acercara.

—Já. ¿Piensas matarme?, hazlo entonces. Ni siquiera sabes cómo usar eso, eres tan inútil como ese mocoso.

La mujer miró a Dongpyo, este se veía inexpresivo, no parecía querer esconderse, más bien estaba expectante por lo que pasaría después.

—Por esto nadie debería dejar a alguien como tú haciendo algo por su cuenta.— Se quejó subiendo la herida con su otra mano.

—Haa.. púdrete.— En sus labios se curveo una desquiciada sonrisa. —Sabes, tienes razón. Planeaba matarte e irme a la cárcel.

—Qué..

—Pero.. aunque lo haga esa cosa se quedará y me seguirá molestando aún después de que te vayas.— La mujer tenía su mirada clavada en su hijo.

Dongpyo dio un pequeño respingo al percatarse de que estaban hablando de él.

—Entonces.. ¿Cuál es el punto de matarte?, si esa cosa me seguirá por el resto de mi vida.. no seré libre si te mato..

—¿Qué mierda murmuras?

—Claro.. desde un inicio no había escapatoria.. tengo que parar aquí..— Volvió a murmurar sonriendo nuevamente.

—¡Deja de decir estupideces y haz lo que te dije!

—Maldición..— La mujer soltó una risilla antes de apuntar la punta de las tijeras hacia su cuello. —Yo seré quien se va.. de este mundo de mierda.

Sentenció sus últimas palabras, clavando, finalmente, las tijeras en su propio cuello.

Para aquel hombre le era indiferente, pero Dongpyo se sorprendió tanto que sus ojos lo demostraban, estaban abiertos de par en par, no sentía miedo, ni ansiedad, sólo estaba sorprendido.

—Haa.. esa loca.. mira el espectáculo que estás haciendo.— Pasó por el costado del cuerpo que se retorcía en el suelo y salió por donde mismo había entrado dando un fuerte portazo.

Una vez que se fue, Dongpyo se levantó del futón y se acercó al cuerpo de su madre que para su sorpresa aún se seguía moviendo, tomó las tijeras y al momento de tirarlas para sacarlas, la sangre del cuello de su madre comenzó a saltar por todos lados, salpicando hasta su rostro y dejando más que manchadas sus manos.

Finalmente y al cabo de un par de segundos, la mujer dejó de moverse y la sangre dejó de saltar.

El pequeño Dongpyo miró con detalle sus manos.

—.. sangre.

Colapso┊Song HyeongjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora