DÍA CINCO

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03 de noviembre

   Las mañanas parecían ser un ciclo interminable.

    Despertaba de las pesadillas, que siempre venían de lo mismo: luces de colores, sombríos paisajes que se me antojaban familiares, y advertencias por parte de Jude intentando convencer a una Paige atolondrada que no debía olvidar. La de la noche anterior, fue particularmente diferente, porque hubo un regaño incluido por no haberle hecho caso en los pasillos.

    Sin embargo, nada de eso realmente ayudaba a recordar.

    Cuando desperté la siguiente mañana, de nuevo, era como si me hubiesen borrado la memoria. Apartando el impacto repentino que me provocaba la pesadilla al despertar, comenzaba mi día como si nada de las experiencias terroríficas habían pasado en primer lugar, y me adentraba en un mundo paralelo que sólo parecía existir en mi cabeza, hipnotizada ante las supuestas maravillas que el hotel ofrecía, que no eran más que ilusiones creadas de alguna manera para que olvidase lo que sí había sucedido en realidad. Para mi suerte, Austin lo dedujo más temprano que tarde, y bastó con tomarme de la mano para que todos los recuerdos regresaran a mi mente.

    No sé si eso era mejor o peor.

    Llevar conmigo la muerte de dos de mis amigos, porque en mi interior los daba por muertos, era una completa tortura. Recordaba sus caras claramente, el rostro de ambos cuando se quedaron encerrados dentro de los bucles y desaparecieron para toda la eternidad dentro de las paredes del macabro recinto. La peor parte de todo aquello, es que aún no encontrábamos la manera de evitarlos, o de escapar.

   Cualquiera pudiese pensar, que lo más sensato que ambos debíamos hacer, era caminar por la puerta del mismo modo que entramos, pero en vista de que una de las reglas era que no podríamos salir hasta el próximo Halloween, eso no era una opción, y no sé en qué clase de bucle tortuoso pudiésemos meternos sin necesidad. Ya sabíamos lo que acarreaba no seguir las reglas.

   Por ende, decidimos seguir averiguándolo de a poco. Debía haber una forma; me negaba rotundamente a la simple supervivencia, con Jude susurrando sobre mi oído para evitar que cayese en una trampa. No obstante, las opciones eran limitadas, y se nos agotaban las ideas.

   Lo mejor que podíamos hacer, era esperar.

   ¿A qué? No lo sabíamos. Un milagro, tal vez. Alguna pista que nos indicara una solución. Llegué a plantearle a Austin que pudiésemos hablar con otros inquilinos, porque quizás estaban en la misma situación que nosotros. Sin embargo, él me hizo desechar mi idea al recordarme que, siempre que nos hemos topado con uno, parecen estar bastante trastornados.

   Así que solté un suspiro frustrado, me metí a la ducha, y vestí mi mejor traje de baño. Si no podía contra ellos, unirme era mi mejor opción, o al menos, fingir que lo hacía. Mi amigo concordó conmigo en lo mismo y rápido nos encontramos en el pasillo para bajar al comedor del hotel.

   —Bueno, al menos hoy te veré en bikini. —Dijo él con picardía.

    Rodé los ojos en diversión, y le di una palmada en el hombro como respuesta.

   Como yo parecía siempre despertar demasiado tarde, me saltaba los desayunos e iba directamente por los almuerzos. Era raro, no sólo porque solía ser una persona que se despierta temprano la mayoría de las veces, sino porque siempre parecía ser a la misma hora: Once y cuarenta y cinco de la mañana. Normalmente me tardaba unos quince minutos en arreglarme y unirme a los otros, por lo que solía integrarme al grupo a medio día. Bueno, a lo que quedaba del grupo.

   No le di demasiadas vueltas. No me extrañaría que el hotel se estuviese llevando una parte de mi alma por cada que respiraba.

   —¡Al fin llegas, dormilona! —exclamó Bex cuando me junté con el resto en la mesa, dándome un abrazo de bienvenida que acepté con cariño —. ¿Te sientes mejor hoy?

Hotel BronzeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora