DÍA CUATRO

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02 de noviembre

   Vi rojo.

   Era como si un intenso resplandor se encargara de cegarme cada vez que intentase abrir los ojos. Por mucho que buscara una manera de aplacarlo, no había forma alguna de evitar que mis orbes tuviesen esa sensación de quemazón al mismo tiempo que mis párpados intentasen separarse.

   Vi azul.

   En ese momento, me di cuenta de que dar la vuelta sobre mi espalda como un tronco me ayudaría a alejar aquellas luces molestas fuera de mi campo de visión. Todo parecía dolerme, de pies a cabeza, pero no permití que eso me detuviese, y fue cuando me encontré en la capacidad de mirar mi entorno desde una perspectiva diferente.

   Aunque todo resultaba extrañamente familiar, no reconocía el lugar en el que me encontraba. Mi piel ardió al separarse del asfalto, donde pequeñas piedras y cristales de vidrio roto se incrustaron en mi brazo y parte de mi espalda, incluso a través de la gruesa sudadera que vestía. Con mucho cuidado, estiro uno de mis brazos apoyándome sobre una mano, intentando ponerme en una posición más cómoda que me permitiese estudiar el panorama con mayor facilidad; el problema era que, además de aquellas luces que cambiaban constantemente, todo frente a mí era completa oscuridad.

   —Paige.

   La voz que me llamó sin dudas la reconocí de inmediato. Torné mi cabeza a un costado, donde altos árboles se extendían hacia la negrura de un cielo sin estrellas. Incluso así, fui capaz de verlo, porque parecía que su piel brillaba como si un halo de luz lo arropase.

   —¿Dónde estoy, Jude? —le pregunté inmediatamente.

   —En el único lugar en el que soy capaz de visitarte.

   Fruncí el ceño, pero no se me permitió agregar algo más porque él ya estaba hablando de nuevo.

   —No puedes olvidarlo, Paige —el tono de su voz fue casi una súplica —. No puedes dejar ir a Erik.

   —¿Qué? —cuestioné despistada —. ¿A qué te refieres? ¿Por qué dejaría ir a Erik?

   —Vas a olvidarlo.

   —¡Claro que no! —exclamé. Estaba comenzando a irritarme por alguna razón —. ¿Por qué olvidaría a Erik? ¡Es de mis mejores amigos!

   Jude niega con la cabeza, tan lento que es apenas perceptible.

   —Olvidas a aquellos que quedan encerrados en los bucles.

   Ahora sí que me estaba espantando.

   —¿Qué?

   —Debes tener cuidado, Paige —interrumpió —. No podré ayudarte demasiado estando ahí. Tienes que seguir las reglas. Tienes que hacerlo hasta que puedas salir.

   —¿Y cómo sabré cuáles son los bucles? —inquirí nerviosa —. ¿Cómo sabré de qué me tengo que cuidar?

   Sin embargo, a pesar de que nada más esperaba una contestación aislada con pocas respuestas, Jude ladea la cabeza a un lado y sonríe ampliamente antes de decirme:

   —Mientras no estés sola, siempre lo sabrás.

   Casi quise palmearme la frente con mi mano libre, pero me abstuve a fulminarlo con la mirada.

  —¡¿Y eso qué mierda significa?! —vociferé. Él me ignora, dando la vuelta sobre sus talones para sumirse en la sombría arboleda —. ¡Jude! ¡No te vayas! ¡¿Qué carajos significa eso?!

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