Una vez, me contaron que las mariposas siempre fueron consideradas frágiles, porque no tienen armas de ataque para protegerse, aparte de su gran belleza y colores. La táctica más común en ellas para cuidarse es el camuflaje, de este modo pueden confundirse con un entorno más hostil. Y aquella tarde, cuando la vi dormida en mi regazo, supe que tenía una mariposa conmigo. A la mejor de todas.