Nos han enseñado que el amor al dinero es malo, que desear tener más de lo que ya posees es avaricia, un pecado. Pero a mí el amor al dinero no me quita el sueño, al contrario, me impulsa a conseguir lo que quiero. Sin embargo, no lo hago de la forma legal, sudando de sol a sol. Lo consigo mediante la manipulación, atolondrando a hombres indefensos que no llegan a saber qué los golpeó... Bueno, sí que lo saben, porque me vuelvo su droga favorita. Es así como conocí al prototipo perfecto, el espécimen deseado, un hombre atractivo y con dinero. Pero hay un problema: él es casado. Es un fruto prohibido, justo como me gusta. Mi nombre es Fabiana y estas son mis confesiones. Historia de mi completa autoría. Prohibida su distribución total, parcial, en físico o digital. Registrada en SafeCreative .