"Dicen que puedes sacar al hombre de la calle, pero nunca que podrás sacar la calle del hombre". Y es totalmente cierto. Yo lo viví a flor de piel. Nací y crecí en un lugar al que mucha gente le teme y que nadie quiere conocer. Las favelas de Río de Janeiro, Brasil; mi hogar, la tierra que me vió nacer y crecer, pero el destino cruel me saco de allí. Con el tiempo conocí a una nueva familia, no nos unía lazos de sangre; nos unía pensamientos e ideas, nos unía nuestro pasado y nos forjaba el presente. Volví a ser feliz, pero por hacer la voluntad del hombre a que más amaba, tuve que abandonarlos, tuve que dejar de ser yo misma y empezar a ser lo que los demás querían y esperaban de mí. Me mentí a mí misma, traicione mis creencias y valores, y me volví una más del montón y cuando volví a mí segundo hogar, yo ya no era la misma, pero cuando él estuvo al frente de mí, todos esos sentimientos e ideales que tenía encadenados en lo más profundo de mí alma, se liberaron. Los deseos de ser libre renacieron, pero ahora me encontraba entre la espada y la pared, estaba confundida y lo peor era que en mis manos estaba el destino de las personas que más amaba.