Martin siempre había soñado con ser músico, hasta que entró a la carrera y comprendió que el loco de la guitarra de la facultad de filosofía creía más en la música que él, que se pasaba días y noches estudiando piano. Quizás la frustración de ver su sueño desvanecerse ante sus ojos fue lo que le llevó a interesarse tanto por la política. Pudo haber sido también la envidia que sentía hacia los estudiantes de su facultad vecina, la de Filosofía; o, aunque no se lo confesaría a nadie, también pudo haber sido mera rebeldía adolescente tardía. El caso es que hasta este momento juraba que ni la música ni su familia podían hacer que su centro de atención se convirtiera otro que no fuera la militancia; ya que Juanjo, un zaragozano que apareció de repente en su vida, estaba dispuesto a acaparar toda la atención de Martin, sea cual fuese el coste, hasta el punto de preocupar a alguna compañera de militancia.
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