Siempre había querido empezar a escribir lo que pensaba y sentía en una hoja en blanco. Una hoja sin nada escrito. Una hoja donde yo podía escribir, dibujar, rayar o borrar cuanto quisiera. Una hoja sin ningún comentario que la gente te ponía a cerca de tu vida. Una hoja donde yo pueda contar mi vida o sucesos sin importar nada. Donde yo pueda por fin escribir todo sin ser juzgado, ni tratado de manera diferente. Siempre lo dejaba pasar pensando que era una tontería y un momento de bajón que me daba, hasta que la conocí. Y sabía que ese era el momento. El momento idóneo para empezar un diario, unas anotaciones, una forma de vida nueva. Por fin me atreví.