Capítulo 13

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Un sonido estruendoso me despierta del profundo sueño en el que vivía inmersa

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Un sonido estruendoso me despierta del profundo sueño en el que vivía inmersa. Miro a mi alrededor con los ojos entrecerrados, aún sensibles a la luz del día. Lo primero que alcanzo a ver es mi brazo suspendido en el vacío, a ras del suelo. El suelo de la cocina es todo cuanto veo más allá. Todo me es tan desconocido que no puedo evitar incorporarme con cierto nerviosismo. Me golpeo en la cabeza con la campana de la cocina. ¿He dormido en la encimera?

Sobre las losas hay una taza hecha añicos. Debe ser cosa mía. Y recoger los pedazos rotos no es mi misión principal ahora mismo. Quiero descubrir dónde está el resto de la pandilla. Así que me apeo de la encimera y esquivo la taza destrozada para no herir mis pies desnudos. Dirijo mis pasos hacia la zona del salón y gracias a mi acertada decisión encuentro a Molly durmiendo en el suelo. Una puerta se abre un poco más allá y Cyne aparece con el pecho desnudo y con una marca irritada compuesta por pequeños puntos, separados por escasos centímetros, en su costado derecho.

Él me señala con su mano y yo le apunto con el dedo índice.

—¿Qué es lo que traes en el costado? ¿A caso te has acostado con un vampiro?

—Tu cara no está mucho mejor.

—¿Qué le pasa a mi cara?

Le echo hacia un lado para poder mirarme en el espejo cuadrado y pequeño que pende de la pared. Tengo a ambos famosos ratones de la película de Cenicienta dibujados en mis mejillas y el propio diseño del traje celeste de la protagonista del filme ocupando mis ojos y cejas, extendiéndose la otra mitad de su cuerpo hacia mi frente, donde finaliza su característico moño con cinta azul. Grito con todas mis fuerzas ante el cristal.

—¿Yo me he pintado esto? ¿Por qué lo he hecho?

—Prueba a preguntarle a la otra Maize— le doy la espalda y echo a caminar hacia el servicio, seguida por él muy de cerca. Envuelvo con mi mano el picaporte y lo hago girar sin pensarlo demasiado. Me urge dar con la forma de eliminar este estropicio de mi cara—. Si te sirve de algo, creo que el color hace juego con tus ojos. Te favorece.

—Qué amable. Creo que debería tatuarme este diseño.

Abro los cajones del mueble de debajo del lavabo a las apuradas y rebusco en su interior con mis manos con la esperanza de dar con lo que busco. Cyne se limita a dejar caer el peso de su cuerpo en la pared más cercana, cruzarse de brazos y mirarme hecha un manojo de nervios. Me gustaría gritarle: ¿Qué estás mirando? Pero me lo reservo por ahora. Aunque no puedo negar que me pone enferma que esté ahí parado observándome como si fuese un sujeto digno de experimento.

—¿Recuerdas algo de anoche? ¿Sabes si hice alguna locura más de la que deba arrepentirme?

—Aún intento averiguar si esta mordedura es de un animal o de una persona que siente debilidad por el sadoquismo.

Blind DatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora