Epílogo

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Desde aquella noche en Blind Dates, en la que decidí lanzarme a la piscina y darme la oportunidad de conocer a mi alma gemela, no volví a separarme de Cyne Myers

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Desde aquella noche en Blind Dates, en la que decidí lanzarme a la piscina y darme la oportunidad de conocer a mi alma gemela, no volví a separarme de Cyne Myers. 

Dejé Bristol y me mudé a Sheffield, al apartamento que un día fue habitado por Miles, y pasé a trabajar en una peluquería que yo misma fundé— y sorprendentemente no ocurrió ninguna desgracia con los clientes— y Cyne tuvo su propio bar, aquel por delante del que pasé en una ocasión— The woman in blue— y cuyo nombre hace referencia a aquel vestido turquesa que me regaló para la celebración en el yate. Felices y con planes de bodas, no dudamos en seguir viajando por todo el mundo en autocaravana, siempre haciendo paradas en Sheffield por ser nuestro hogar y el de nuestros amigos.

Molly continuó asciendo en su trabajo, callando muchas bocas, y Miles estuvo a su lado, aplaudiendo cada uno de sus triunfos. Él consiguió llegar a Chef y me atrevo a decir que disfrutó mucho de dar órdenes. Ambos conviven juntos en el apartamento de enfrente. De alguna forman han logrado un vínculo armonioso entre la perfección y el desorden. Son tremendamente felices. Se rumorea que van a casarse y el vestido en forma de tarta nupcial será lo más normal de la boda.

Maite, fiel a su promesa, viajó de un continente a otro con la esperanza de sanar su corazón y mejorar como persona y, en la búsqueda de sí misma, se dio cuenta de que tenía que remendar aquel daño que le hizo a Luca, así que concertó un café con él en uno de sus regresos a Sheffield. Hablaron y no faltaron disculpas. A ese café se sucedieron otros más y, sin esperarlo, ambos acabaron enamorándose. Quién lo diría. Maite no sintió nada por él desde un principio y acabó entregándole todo su corazón.

Connor terminó su proyecto en Nueva York, que fue todo un éxito, y continuó cumpliendo metas, hasta que un buen día el amor llamó a su puerta. Literalmente. Su vecina nueva llegó con una cesta con bombones a modo de bienvenida. La chispa surgió entre ellos y ambos se dieron la oportunidad de construir un futuro juntos, donde no había lugar para las dudas.

Mamá volvió a sonreír después de la muerte de papá y se dedicó a apuntarse a clases de baile y pilates. Retomó el contacto con viajas amistades y emprendieron excursiones por todo Reino Unido. Estella se apuntaba a alguna que otra para romper con la rutina. Y en uno de esos viajes conoció a Ferdinand Holes, un ingeniero aeronáutico del que se enamoró perdidamente y del que no volvería a separarse de ahí en adelante.

Jennifer siguió volando sola, amándose más a sí misma si cabe, pisando fuerte allá adonde iba. Conociendo a gente, sin intención de comprometerse a largo plazo. Incluso creó una consulta para tratar a las personas con problemas emocionales a las que les gustaba liberar ese dolor por medio del sado.

Y Adam Coleman acabó completamente solo y arrepentido. La vida le devolvió lo mismo que él en su día entregó a los demás. El Karma, le llaman.

Yo, que no creía en los cuentos de hadas y los finales felices, y mucho menos en los príncipes azules, conocí al amor de mi vida de forma inesperada y mágica. A pesar de los dolores que me han acompañado, los fracasos amorosos y las pérdidas, he comprendido que es posible recuperar la ilusión por la vida.

Cyne, quien estaba en plena demolición cuando le conocí, aprendió a comprender sus ruinas, a encontrar los materiales adecuados para empezar a reconstruirse. Encontramos el amor el uno en el otro sin buscarlo. Un amor real y único. Tuvimos que hacer un alto en el camino, necesitábamos curarnos a nosotros mismos, reconocer que teníamos un problema y ponerle remedio, y después el destino se encargó de unirnos de nuevo.

Él, mi conductor favorito. Yo, su compañera de viaje ideal. Nuestro amor, la locura más hermosa que jamás pudimos imaginar cometer.

Como aves, emigramos a cualquier otra parte, y con el regreso de una nueva estación, retornamos, surcando un mismo cielo para saborear la sensación de sabernos nosotros en libertad, en un vuelo que jamás va a morir mientras exista algún insensato, con el corazón en mano, capaz de luchar por la causa.

Blind DatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora