A pesar de los contratiempos de ayer, duermo plácidamente durante el resto de la noche, con una sonrisa de oreja a oreja. En mis sueños se reproduce el escenario de Blind Dates, con la estancia prácticamente sumida en la oscuridad total, donde vuelvo a bailar con la persona que conocí aquella noche a través de mis sentidos. Y ese alguien permanece en la penumbra, con el rostro ensombrecido, imposible de descifrar. Vuelven las mismas emociones fuertes que sentí aquella noche y mis manos se pierden en el trascurso de dibujarle a tientas. Me siento muy bien. Como si estuviera en gravedad cero. Y el beso pasional, salvaje, que en aquel entonces me acarició el alma, esta vez me devuelve a la realidad.
Despierto y me encuentro con el vacío. No hay rastro de aquel misterioso compañero de baile. Las sensaciones se han esfumado y el sueño corre a resguardarse en algún lugar de mi memoria. Por un momento maldigo internamente no poder continuar durmiendo para vivir un poco más aquellos sentimientos. Pero por otro lado me siento feliz, afortunada, porque sé que aquel misterioso acompañante de baile no es un vago fantasma creado por mi subconsciente sino alguien de carne y hueso a quien he tenido la fortuna de conocer.
Con motivo de comerme el día, salto de la cama y empiezo la mañana realmente animada. Ni siquiera me afecta hacerme una carrerilla en las medias que recién acabo de entrenar junto con una falda negra lisa que combino con una camiseta de mangas de entretiempo roja. Hasta me plancho el pelo para ir al trabajo. Hoy me merezco un Goya.
Normalmente en mi día a día pasan cosas raras, así que nada me sorprende demasiado, excepto ver a Miles y mi compañera de piso compartiendo sofá, tapados con la manta hasta el cuello, y con pañuelos en las manos que usan para estornudar cada pocos segundos. Ambos están entretenidos viendo un culebrón en la tele, mientras se quejan del exceso de drama.
—¿Debería dar los buenos días?
—Si eres capaz de quitarnos de un plumazo este resfriado, sí.
—¿Tú también has caído, Molly?
—Odio hacer de niñera. Pero mucho más los mocos— interviene por primera vez. Estornuda y se sorbe la nariz en el pañuelo. Tiene los orificios nasales enrojecidos. Ella deposita la cabeza sobre el hombro de su compañero de resfriado—. Creo que voy a palmarla.
—Eso me da muchas esperanzas.
—¿Por qué no vais al médico?
—No pienso mover el culo de este sofá. Y, además, ahí fuera hace frío.
—Y a mí no me gustan los médicos. Ni las agujas.
—¡Te hiciste un piercing! — grito, contrariada.
—Ese no era yo. Era Milanesa.
Enarco una ceja. Ambos se echan a reír.
—Tengo hoy la entrevista que Molly me ha conseguido.
—Si no lo consigues, prueba suerte en el cementerio. Con ese color mortecino, seguro que el puesto es tuyo.
—¿Trabajando como enterrador?
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Blind Dates
RomanceEl destino les había preparado una cita a ciegas a la que acudirían sin tener ni idea de que sus caminos jamás volverían a ir en direcciones opuestas. Maize Price jamás imaginó que huiría, subida en el coche de un completo desconocido, de una terrib...