El desayuno en casa es el momento elegido por mí para dar a conocer los planes de hoy. Todos parecen estar de acuerdo con la sugerencia. Así que no tardo en enviarle un mensaje a Luca para informarle de que todo va viento en popa.
Connor ha decidido sorprender hoy a su chica con un cartucho de churros con chocolate. Molly no puede estar más entusiasmada. Incluso salta y rodea con sus piernas el cuerpo del dueño de una cadena de restaurantes. Miles está sirviéndose café en una taza, al otro lado de la barrera de encimeras que separa la cocina de la mesa del salón. Una vez termina deja caer el peso de su cuerpo en el mueble de detrás y bebe mientras observa a la acaramelada pareja.
—Creía que me había pasado con tres cucharadas de azúcar, pero acabo de caer en la cuenta de que no es el café lo único que empalaga aquí.
—Me parece que alguien siente celos— dice con una sonrisa pícara la chica morena—. No te preocupes, Miles. Seguro que tú encuentras a alguien.
—Sí. En el bazar de la esquina.
Molly coloca una de sus manos en la mejilla derecha del chico moreno y aprovecha para ponerse un poco de puntillas y plantar un beso en su pómulo. Miles le lanza una mirada a Connor y a continuación señala a la chica de su lado con el ceño fruncido.
—¿Qué le has hecho? Ahora es como un osito de peluche.
—Juro que no he tenido absolutamente nada que ver— confiesa, mostrando sus palmas en señal de defensa. Molly va hacia él, envuelve su cuello desde detrás de la silla donde está sentado y muerde el churro que estaba a punto de llevarse a la boca.
Remuevo el café de mi taza una y otra vez, pensativa. No puedo quitarme de la cabeza la confesión que me hicieron ayer dos de mis amigos. Recordar el miedo que pasé por creer que Cyne había desaparecido de nuevo, sin despedirse de mí, las lágrimas que derramaban sus ojos cuando le encontré hecho mil pedazos en la calle donde murió su hermana. Su voz pastosa. El dolor nos cambia a todos. Nos apaga y al mismo tiempo confirma que nuestro corazón sigue latiendo a pesar de los múltiples golpes y que aún es capaz de sentir.
Cyne aparece a mi lado y deposita un beso en mi mejilla a la par que pasa su brazo por mi cintura con gentileza. Muevo la cabeza, algo sobresaltada, con la esperanza de dar con sus ojos. Él me devuelve la mirada poco después. Una pequeña sonrisa asoma en sus labios. Aun después de enfrentar tanto dolor a diario, es capaz de regalarme una sonrisa. ¿Será que uno acaba acostumbrándose al propio sufrimiento? ¿Es elegir ser feliz todos los días la única forma de sobrevivir a una vida de dolor?
—¿No hay un beso para mí? — pregunta Miles al ver a su mejor amigo. Este le responde con una palmadita en el pecho que recibe con cara de póquer—. Venga ya. No es posible que los sapos tengan más suerte que yo.
—Encontrarás a alguien que te dé todos los besos del mundo, Miles. Y hay muchas posibilidades de que sea una rana— contesto y Cyne alza la mano para que choque los cinco.
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Blind Dates
RomanceEl destino les había preparado una cita a ciegas a la que acudirían sin tener ni idea de que sus caminos jamás volverían a ir en direcciones opuestas. Maize Price jamás imaginó que huiría, subida en el coche de un completo desconocido, de una terrib...