Capítulo 22

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El domingo aprovechamos el día a fondo también, a excepción de Jennifer, quien no dudó en recoger las cosas que había traído y marcharse

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El domingo aprovechamos el día a fondo también, a excepción de Jennifer, quien no dudó en recoger las cosas que había traído y marcharse. Vamos a hacer un poco de senderismo por la montaña y apreciamos la maravilla de los riachuelos y pequeñas cataratas, donde nos fotografiamos tanto como nos lo permite la cámara de fotos. El día ha amanecido gris y con amenaza de lluvia. Y no solo queda en un mero aviso, sino que cae la mundial cuando nos disponemos a volver, y nos vemos en el deber de refugiarnos en una pequeña cueva formada por rocas, hasta que escampe. No pasamos un mal rato, pues hablamos, reímos y comemos unos deliciosos sándwiches de crema de cacao.

Cuando el tiempo mejora, volvemos a la casa donde nos hospedamos, y jugamos a algunos juegos de mesa mientras nos calentamos junto a la chimenea, y escuchamos la lluvia chapotear en la ventana del salón. Y como colofón pasamos la tarde viendo películas de miedo mientras comemos palomitas y tomamos refrescos burbujeantes.

Abandonamos la naturaleza cuando quedan un par de horas para que se marche el sol y, con pena por dejar atrás el lugar donde hemos pasado un gran fin de semana, subimos al auto y partimos de regreso al centro de Sheffield. La vuelta es realmente tranquila. Todos estamos tan agotados que caemos rendidos, a excepción de nuestro nuevo conductor: Cyne.

—Creo que no podré volver a mirar a la cara de Miles— informa la chica morena una vez entramos en el apartamento.

—Podríamos arrancarnos los ojos y hacer una sopa con ellos.

—No es tan desagradable como encontrar un vibrador dentro de un pollo— dejo el macuto sobre el sofá y voy a la cocina a por un poco de agua. Molly está tirada boca abajo en el sofá, desfallecida, con la cabeza hundida en un cojín.

Cyne toca a la puerta, a pesar de haberla abierto con la llave de repuesto, y espera a recibir una aprobación para adentrarse en la vivienda. Hago un gesto con la mano y entra.

—Por favor, dime que todo esto es un sueño y despertaré en cualquier momento— suplica la chica, incorporándose y yendo hacia el invitado—. Pellízcame.

Lo hace y ella suelta un alarido de dolor.

—¡Maldición!

—Nuestra amistad ahora está más fortalecida. Estamos más unidos.

—Miles dice que no piensa salir de casa hasta dentro de un milenio. Y jura y perjura que va a ser incapaz de miraros a la cara, especialmente a Molly.

—Que se apuñale los ojos con lápices— dice la chica de tez morena y simula las puñaladas con un cuchillo imaginario que sostiene con la mano.

—Y hay otra ventaja— sostiene Cyne, haciéndose el interesante—. Ahora conoces más a fondo a tu futuro marido.

—¡Ah! — chilla y se cubre las orejas con los cojines del sofá—. Aguas a eso.

—No me digas eso. Ya he comprado el traje y comenzado las clases de baile. Os haré una pequeña demostración— mueve la cadera y los brazos con una suavidad que resulta hipnotizante. Da una vuelta a su alrededor y da una palmadita. A continuación, nos saca a bailar a ambas al mismo tiempo, haciéndonos girar, y danzar pegadas a su cuerpo.

Blind DatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora