Una Navidad diferente

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Desde comienzo de diciembre, Helena llevaba tiempo adornando y preparando su casa para la Navidad. La jovencita estaba emocionada, había logrado reunir a toda su familia para pasar una fiesta juntos.

La última vez que había ocurrido un evento como aquel, había sido cuando ella tenía siete años.

Sus dos hermanas, y sus papás que estaban divorciados, habían aceptado pasar la noche buena con ella, como una familia.

Helena ya tenía veinticinco años, una vida acomodada, gracias a sus padres, y un futuro brillante... Pero ni todo el dinero del mundo podía darle lo que ella necesitaba, anhelaba más que todo en la vida.

Una familia.

Aquel veinticuatro de diciembre, se había levantando muy temprano en la mañana para tener la cena lista. Y si bien no era muy buena cocinando, y lo principal lo había comprado, se la había pasado todo el día preparando los postres, galletas, ponches y obsequios.

Había adornado su enorme árbol de casi dos metros y medios con llamativas y coloridas esferas, luces y moños, dejando luego los obsequios bajo a él.

Pero, la emoción que había sentido durante todo diciembre, se fue poco a poco apaciguando, cuando con el correr de las horas, su familia no llegaba.

—¿Mamá?

"—Lo siento mucho, mi amor, pero Joe no se siente bien, y vinieron sus hijos a verlo. Sería muy descortés de mi parte irme con él en este estado."

—P-Pero dijiste que i-ibas a venir aquí, conmigo.

"—Hija, puedes venir a nuestra casa si gustas. Sabes que-"

—Gracias, ma, había olvidado que su familia es más importante que yo —le dijo antes de cortar.

Respiró profundo, intentando calmarse. No dejaría que su madre le arruinara la noche. Buscó el número de su padre, y lo llamó también.

—Hola pa ¿Ya estás viniendo?

"—Helenita, mi amor, no sabes lo que me pasó. Creí que había sacado el pasaje la semana pasada ¡Y resulta que lo olvidé por completo! Recién regreso del aeropuerto, y no pude conseguir un boleto. Lo siento mucho, mi amor, yo realmente deseaba estar allí. Me dijeron que tal vez-."

—Gracias, p-papá —le dijo antes de cortar, tragando el nudo de su garganta.

¿Por qué no le sorprendía que sus padres actuaran de ese modo? Siempre habían sido egoísta.

—Hola, Caro.

"—Helena ¿Cómo estás?"

—Bien, bien —pronunció en un tono bajo, sirviéndose un vaso con agua, hablando con su hermana menor—. Escucha, mamá y papá no vendrán, pero igual vendrán ustedes ¿Verdad? Ya están por ser las ocho, y no han llegado.

"—Ah, es que... Lo siento, Helen, pensé que habías deducido que no íbamos a ir como Javier. Papá nos dijo que él no iría esta mañana, y cuando llamé a mamá hace un rato, me dijo que su marido no se sentía bien, que por eso ella tampoco podría ir. Entonces, quedé con mis amigas en juntarnos. Puedes venir si quieres ¡La pasaremos genial."

Miró los obsequios bajo su árbol de navidad, y negó lentamente con la cabeza.

—Q-Que te diviertas —susurró antes de cortar.

Al diablo su fiesta en familia, la navidad perfecta que había preparado con tanto amor y esmero durante semanas. A su familia no le importaba ni un poco todo lo que ella había hecho.

Sus labios temblaron, y se cubrió los ojos con una de sus manos, sollozando... Quizás ahora se sentía más sola que nunca, desplazada completamente por sus hermanos y padres.

Javier ya tenía treinta y dos años, y su propia familia, era obvio que a él no le importaba mucho la tonta fiesta de Helena. Y Carolina sólo tenía diecinueve años, era una adolescente que lo único que le importaba era vivir la vida junto a sus amigas.

Al parecer, a quien más le había afectado el divorcio de sus padres era a Helena. Su familia habían continuado con sus vidas como si nada.

Llorando en silencio, tomó una bolsa de papel y guardó todas las galletas que había estado haciendo, cerrándola con cuidado, antes de ir hasta afuera de su casa, y dejarla junto al contenedor de basura.

Algún perrito callejero de seguro las disfrutaría.

Volvió al interior de su hogar, y apagó las luces del árbol, y todas aquellas que estaban iluminando la sala. Miró la carne sobre la mesa, el pollo asado, y colocó todo en una bandeja, para poder sacarlo también.

Ella ya ni siquiera tenía apetito, sería egoísta de su parte conservar aquello, si no iba a comer.

Y cuando estaba saliendo de su hogar, observó cómo un muchacho de aspecto descuidado, estaba comiendo sus galletas.

Lo miró, y luego respiró profundo, tomando la bandeja con una de sus manos, y secándose las lágrimas del rostro con la otra.

—H-Hola —pronunció acercándose a él.

El muchacho al verla soltó la bolsa de galletas, y tuvo la intención de huir de allí, pero ella lo detuvo.

—Espera, no te vayas... Por favor.

La miró a los ojos, y quizás por la mirada triste de ella, no se fue.

—Disculpa por tomar tus galletas —le dijo mirando hacia abajo.

Helena sonrió levemente, negando con la cabeza.

—Nada de eso, las dejé allí por si alguien más quería comerlas. ¿Estás solo?

—Sí.

—Yo también, se suponía que esta iba a ser una noche buena en familia, pero no fue así.

—¿Por qué?

—A mi familia no le interesa pasar tiempo conmigo —murmuró.

Observó la bandeja en sus manos y luego a él.

—¿Pasarías noche buena conmigo?

...

¡Feliz navidad, amores míos! ¡Es un placer enorme poder pasarla con ustedes una vez más! ♥️🎁✨

Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora