"—¿Lo dices en serio? ¿En verdad quieres estar conmigo? —le preguntó emocionado, con lágrimas en los ojos.
Helena lo observó y sonrió cálidamente, antes de volver a besarlo. Sí, definitivamente lo llorona, Sofía lo había sacado de su padre.
—Sí —susurró contra sus labios, dándole un último beso corto."
Abrió lentamente los ojos, y se encontró con Sofía al lado suyo durmiendo, y junto a ella, Gellyan, quien estaba despierto observándolas a ambas.
—¿No pudiste dormir? —bostezó pasándose una mano por el rostro.
—Dormí un poco, pero yo no estoy tan cansado como ustedes —sonrió—. Parece que el viaje las dejó agotadas a ambas.
—No pude dormir en todo el viaje, Sofía no dejaba de llorar, estaba muy incómoda. Así que imagínate el resto de los pasajeros, nos odiaron.
—Pobrecita, habrá sido un calvario para ella también —sonrió suavemente, tocando las orejitas de su hija.
Helena lo miró y sonrió, extendiendo una de sus manos hacia él, para acariciarle el rostro.
—Veo que no te has rasurado aún.
—No, te estaba esperando a ti. Aunque no sabía si ibas a querer hacerlo.
—¿Ibas a estar una semana y media dejándote crecer más la barba? —sonrió divertida.
—Posiblemente —sonrió, mirándola a los ojos—. Quiero los detalles de tu plan maestro.
—Oh, sí, espera un momento —le dijo entusiasmada, saliendo de la cama.
Gellyan la observó curioso dirigirse a su maleta, y luego como la castaña volvía a la cama, con una libretita.
—Tú no podrás trabajar por dentro de un año, o quizás más. El trabajo te va a indemnizar porque estabas en la franja de horario laboral ¿Verdad?
—Sí, pero no sé si ellos me pagarán eso. Yo no estaba registrado.
—Por supuesto que lo harán, tú no preocupes por eso, ya hablé con el abogado. Entonces, siguiendo el plan —le dijo enseñándole su libreta—. Con el dinero que deben pagarte de la indemnización, más el juicio a la basura que te chocó, tendrás una buena suma de dinero.
—Hipotéticamente, Hele, no podemos contar con dinero que aún no tenemos.
—No estoy hablando de cifras, pero, sé que será una muy buena. Con ese dinero, podemos comprar una casa.
—¿Podríamos?
—Ajá, podríamos comprar nuestra casa propia —sonrió, pasando de página—. Pero hasta que eso pase, vamos a tener que seguir viviendo con mi sueldo, alquilando este departamento.
—Entiendo... Lamentó mucho que perdieras tu hogar por mi culpa —pronunció bajo.
—No voy a mentir al decir que no me gustaba la comodidad de la casa de mi abuela, pero me sentía muy presionada también por mantenerla. Ahora me siento más tranquila aquí. Sí es verdad que esto es pequeño, pero para nosotros tres, por el momento, está bien.
—¿Qué más tienes planeado? —sonrió.
—Casarnos.
—¿Q-Qué? ¿Lo d-dices de verdad? —preguntó sorprendido.
—Sí, quiero que nos casemos. Yo no tengo dudas de estar contigo por el resto de mi vida, y espero tú tampoco. Además, si nos casamos, tú también tendrás mi obra social.