Mala suerte

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"—Las mujeres se unen a los hombres cuando están embarazadas. Se sienten vulnerables, y al tenerlos cerca, de cierto modo, sienten que están protegidas.

—¿Es por eso que embarazaste a la humana? —preguntó confundido Gellyan.

—Sí, jamás volveremos a Kanat'ma, y esto es a lo mejor que puedo aspirar.

—¿Sientes algo por ella? ¿La quieres?

—No la quiero, y sé que hay mujeres más bonitas que ella. Pero es obvio que ese tipo de mujeres no se fijarían en mí. Gellyan, los sentimientos o la imagen no tienen importancia, me darás la razón cuando te encuentres en la misma situación que yo."

Miró la puerta de la casa de Helena, desde la acera, y se debatió si tocar el timbre o no. Desde la ventana de la sala se podía ver que la luz estaba encendida, ella estaba adentro.

Helena había sido muy buena con él, hasta le había pedido que regresara. No le parecía justo hacerle algo así, y ni siquiera sabía si ella podría fijarse de ese modo en él.

Al parecer, sólo le tenía lástima.

Tal vez, si ella lo aceptaba, con el tiempo podría quererla ¿Por qué no?

Tocó el timbre, y esperó a que ella abriera. Al verlo del otro lado del portón, la jovencita no lo dudó ni por un segundo, lo abrió, y salió de su casa, para reencontrarse con él.

—Por un momento creí que no regresarías —sonrió ilusionada, caminando hacia Gellyan—. Ya estaba oscuro.

—Visité a un amigo de la zona.

—Oh ¿Vive por aquí?

—En un barrio cerca de aquí, con... Con su mujer y su hijo.

—¡Ay que lindo! ¿Y tu amigo es como tú?

—Sí, es un kanatita también.

—Ven, vamos a adentro —sonrió—. Por más que te fuiste, no dejaron de preguntarme por ti. Se pusieron tan insoportables, que prácticamente tuve que echarlas de la casa.

—Ahora que estamos solos, podrías contarme porque debías mentir.

—Pues... Mi abuela me regaló la casa, la mamá de mi mamá. Y cómo podrás ver, es una casa enorme, todas las mujeres de su familia la querían. Mi abuela me la dio con la condición de que jamás dejara entrar a un muchacho a la casa, a menos de que fuera mi pareja, ya que en ese tiempo era la única soltera de la familia, y mi hermana Carolina era menor de edad.

—Mm, creo que entiendo.

—La cláusula fue clara, si yo dejaba entrar a un muchacho que no fuera mi pareja, la casa pasaría a mi prima Evelin. Es por eso que te pedí que dijeras eso.

—¿Y por qué tu abuela te puso esa condición?

Helena le pidió que se sentara, y luego se fue a la cocina, regresando con una tetera y dos tazas.

—Parece que las mujeres de mi familia no tienen suerte en el amor —sonrió con cierta resignación—. Aunque te parezca increíble, todas son divorciadas, a excepción de mi abuela que enviudó, pero si hubiese podido en su momento, también se hubiese separado de él. Incluso tengo tíos extramatrimoniales, mi abuelo siempre la engañó.

—Quizás no sabían elegir a sus parejas.

—Tal vez, no lo sé, pero todas hemos sido engañadas por infieles. Es por eso que mi abuela me dio la casa a mi, creyendo que yo sabría elegir bien, ya que en ese momento, con veintiún años, aún era soltera —sonrió—. En fin, esa es la historia por la que te pedí aquella estupidez.

Él la miró un momento, y luego sonrió levemente, tomando la taza con café que Helena le estaba ofreciendo.

Al parecer, ella tenía razón, las mujeres de su familia eran un imán de imbéciles.

***

"—Pasa la noche aquí.

—La navidad ya terminó.

—Sí, lo sé, pero... Tú de todos modos no tienes donde dormir, y a mi tampoco me molesta. Es más, me gusta mucho tu compañía, pasa la noche aquí.

—Gracias, Helena, yo no sé cómo pagarte todo lo que estás haciendo por mí.

—Luego podemos hablar de eso, descansa —sonrió, antes de abandonar la sala."

Era de madrugada, y Gellyan no podía dormir, sólo estaba acostado, mirando desde el sofá el cielo, a través del gran ventanal que estaba frente a él.

¿Cómo hacía una persona para enamorarse de otra? ¿Se podría provocar de algún modo aquello? ¿Elegir a quien querer? Si Helena llegaba a despertar sentimientos por él, Gellyan quería que fuera mutuo.

No quería que ella terminara siendo una más de las mujeres de su familia.

...

Sí, habrán lágrimas en el futuro...

Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora