De vuelta a casa

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—Luces guapísimo —sonrió dándole un beso corto en los labios.

Estaban ya arriba del avión, en sus respectivos asientos, listos para hacer el viaje de más de doce horas hasta Kanat'ma.

—Tú luces hermosa, Hele —sonrió.

—Ya veremos si piensas lo mismo cuando empiecen las náuseas y tenga que salir corriendo al baño. Ni siquiera sé si voy a llegar, es por eso que me traje esta bolsita —le dijo sacándola de su cartera.

—Lo siento —pronunció acariciándole una de sus mejillas, y apoyando su otra mano sobre el vientre de ella.

Cuando le habían realizado la primera ecografía, Helena estaba de aproximadamente seis semanas, y ya habían pasado dos más desde entonces.

Aunque no se le notaba que lo estuviera.

—Voy a intentar dormir —le dijo dándole un beso corto en los labios—. Te quiero, intenta descansar también —sonrió antes de recostarse.

Dejó su mano sobre la panza de ella, y se acostó también a su lado. Ahora él mismo tendría una familia. No, ya tenía una pequeña familia.

***

"—No me gusta la cercanía que hay entre tu cría y mi hija —pronunció seria una joven mujer de cabello negro y ojos azules.

—Sólo estaban jugando, pero alejaré a Gellyan de Meefya.

—¿Por qué sigue estando en nuestra tribu? Ya tiene la edad suficiente para irse, no es un bebé. No lo quiero cerca de mi hija ¡Sólo la hará una hembra débil! ¡Meefya no necesita un macho en su vida!

—Lo que ellos decidan hacer de adultos, no nos concierne.

—Mi hija no será una hembra débil que se una a nadie. No va a deshonrar mi nombre y crianza."

Se despertó al sentir que alguien le golpeaba la pierna, y abrió los ojos, encontrándose con Helena.

—Lo siento, recién vengo del baño —murmuró dejándose caer en el asiento.

—Estás muy pálida.

—Es la cuarta vez que vomito —le dijo cerrando los ojos—. Esas gotas que me dieron no sirvieron para nada.

—Lo siento mucho, Hele.

—No es tu culpa —pronunció tomándolo de la mano—. Es culpa del bebé, no tuya.

—¿Por qué dices que es culpa del bebé?

—¿Quién me está causando náuseas y vómitos? Ya quiero bajarme de este maldito avión.

Claro que era su culpa, él la había embarazado después de todo. La abrazó a su pecho, y le dio varios besos cortos por su rostro, acariciando su espalda.

—Ya falta poco, te quiero mucho, Hele.

—Yo también, Gellyan —sonrió—. Cuéntame ¿Qué será lo primero que harás al llegar a la isla?

—Ir al grupo de hembras, buscar a mi mamá, estoy seguro que tengo más hermanos que no conozco.

—Wou, ahora tendrás una familia muy grande —sonrió con los ojos cerrados, por lo mareada que estaba.

—Mi familia son tú y el bebé, Hele.

—Gellyan —pronunció bajo.

—Sólo ustedes dos lo son —le dijo abrazándola.

***

Y luego de finalmente llegar a Kanat'ma, acompañar a Helena a registrarse al hotel, y que la jovencita se quedara dormida, por lo cansada que estaba del viaje, Gellyan se fue directo a la tribu de hembras, tomando un autobús hasta ella.

Se sentía tan nervioso, ansioso, no sabía cómo explicar lo que estaba sintiendo en ese momento. Estaba en su hogar, después de más de veinte años, había regresado.

—Oye, tú ¿Qué estás haciendo por aquí? —preguntó una mujer al verlo cerca de la entrada principal de la tribu.

—Hola, mi nombre es Gellyan, soy hijo de Matlula. Me secuestraron los humanos cuando era un niño, y desde entonces, no he vuelto a ver a mi madre.

—¿Matlula?

—Sí, es una mujer de un metro setenta, cabello castaño y ojos miel.

—Conozco a la señora Matlula, sólo que no sabía que ella había tenido un hijo varón y lo habían secuestrado —pronunció frunciendo el ceño—. Espérame aquí, iré a hablar con ella.

—De acuerdo —sonrió emocionado.

Su mamá, finalmente volvería a verla.

Y luego de varios minutos, que parecieron una eternidad, una mujer de unos cuarentena y tantos se acercó junto a la oficial hacia donde estaba Gellyan.

—¿Tú eres Gellyan?

—Sí, yo lo soy —sonrió emocionado, acercándose a ella—. ¿Te acuerdas de mí? ¿Sabes quién soy?

—Jamás te olvidé, hijo —pronunció abrazándolo, en un tono quebrado—. Jamás te olvidé, aún cuando la isla entera lo hizo, yo nunca lo hice.

—Te extrañé mucho, demasiado —le dijo afligido, estrechándola entre sus brazos—. Creí que nunca más volveríamos a vernos.

—¿Pero cómo fue que hiciste para llegar aquí? ¿Quién te trajo de regreso? —le preguntó tomándolo del rostro, para mirarlo.

El rubio sonrió, acariciando las manos de su madre, y antes de poder hablar, una voz lo interrumpió.

—¡Gellyan!

Miró hacia atrás de su madre, y vio como una bonita mujer de cabello rubio y ojos verdes corría hacia él, riendo emocionada.

—¡Eres tú! ¡Regresaste!

—Meefya —murmuró.

...

Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora