No debo

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—Me parece un tipo atractivo, y tiene cierta tristeza en la mirada. A veces se me hace difícil creer que es un hijo de puta.

Helena miró a su hermana, y frunció el ceño.

—No me digas ¿Mamá te quemó el cerebro también?

—No lo malinterpretes —rio, ayudándola a decorar unas galletas—. Me refiero a que sea un despiadado infiel. Pero supongo que así lucen los tipos como él ¿Quién sospecharía de esa mirada de chico bueno?

Helena miró a Carolina, y luego negó con la cabeza.

—No voy a mentir, ni a defenderlo, pero sí sé que está arrepentido. Y no sé por qué carajos hizo lo que hizo, pero no tiene sentido pensar en eso cada vez lo que miro. Ya pasó más de medio año, es el padre de mi hija, y soy la única persona que tiene aquí. Él está solo, Caro, y entiendo si ustedes no pueden ver eso.

—Lo ayudas por lástima, lo entiendo —pronunció comiéndose unos chips de chocolate.

—No lo hago por lástima, lo hago porque lo quiero.

—¿Qué? Ay Helena, ahora sí me voy a poner como mamá. ¿Cómo puedes decir algo así? ¿Después de lo que te hizo? ¡No seas tonta! Una cosa es que seas buena persona, y otra muy diferente, es que te dejes utilizar. Y aquí sí pienso igual que mamá ¿Dónde está su amante? ¿Crees qué ella se hubiese tomado las mismas molestias que tú para cuidarlo? Tú eres demasiado buena e ingenua, y por eso te engañó, porque sabía que ibas a perdonarlo.

Helena respiró profundo, y dejó de lado la masa que tenía en sus manos, para buscar algo dentro del refrigerador. Era fácil para su familia juzgarla, decirle que era lo correcto, que no, y cómo actuar.

Nadie se fijaba que todo lo que le recriminaban, a ella le afectaba. No había elegido enamorarse de él, amarlo, y seguir haciéndolo aún después de que le fuera infiel.

Además, sólo ella sabía cómo Gellyan realmente era, y lo arrepentido que estaba también. Su familia ni lo conocía, no habían querido conocerlo, y mucho menos ahora.

—Hele, si tú le das una oportunidad, él volverá a hacerlo. Sabes que los hombres así no cambian —le dijo en un tono bajo Carolina, al ver que la castaña lucía afligida.

***

Miró a su hija dormir, y sus ojos se cubrieron de lágrimas. La charla con su hermana, los continuos reclamos de su madre, el vivir ahora en aquel departamento, y no en su casa, y todo lo que había pasado, terminó por quebrarla aquella noche.

Se sentó en la cama, dejando a su bebé dormir, y se cubrió el rostro con una de sus manos. Sabía que su familia tenía razón, incluso ella misma lo pensaba, las personas infieles no cambian, engañan siempre que tienen la oportunidad... Pero ella aún quería a Gellyan.

Y había pensado en volver a intentarlo, en perdonarlo, pero sabía que su familia no la dejaría en paz, que continuamente estarían diciéndole lo estúpida que era por eso.

Lo único que necesitaba en ese momento, era a alguien que pudiese entenderla, y no la juzgara. Había soñado desde el divorcio de sus padres, formar su propia familia, y ahora ni eso podía tener.

Se abrazó las rodillas, y escondió su rostro entre sus brazos, llorando. Era difícil aparentar ser fuerte siempre, parecer indiferente ante Gellyan, y aguantarse las ganas de abrazarlo, de decirle que también lo quería... Qué lo perdonaba.

***

Río bajo, viendo a su hija con un gorrito de Santa.

—Te ves tan tierna —pronunció en un tono cálido Gellyan.

—Háblale, quizás se quede quieta y me deje tomarle una foto —sonrió Helena, tomando su celular.

—De acuerdo. Sofi, mi amor, mírame, hermosa —sonrió el rubio moviendo su mano, captando la atención de la bebé—. Hola hija, que guapa te ves, estás muy linda.

—Listo, ahora le tomaré una contigo —sonrió tomando otro de los gorros que había comprado, colocándoselo a Gellyan, y dándole a la bebé luego—. Mirenme ambos.

Le sacó la foto a los dos juntos, y luego sonrió enternecida.

—Ow ¡Salieron hermosos! —chilló observando la foto.

—¿Podemos tomarnos una foto los tres juntos? —le preguntó inseguro—. Creo que será un lindo recuerdo para ella, nuestra primera navidad juntos.

Entendía si ella le decía que no, si no quería tener una foto con él, porque la sonrisa de Helena se había borrado completamente luego de decirle aquello.

—Creo que mejor yo le tomo una foto a ustedes ahora ¿Quieres? —fingió una sonrisa Gellyan.

—Claro —pronunció bajo, desviando la mirada, para no ver la aflicción en los ojos de él.

Tomó a Sofía en brazos, y se sentó en el sillón, sentando a la niña sobre sus muslos. Gellyan las miró a ambas, y sonrió suavemente.

—Lucen preciosas las dos.

...

Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora