Capítulo 18 (final)

4.9K 553 163
                                    




Estaba en plena calle con taquicardia y sofocación, justo afuera del lugar de reuniones del grupo de apoyo. ¿Qué hago? Ángel ha desaparecido. Nadie da razón de él. Y esa mujer... ¿Que ella me trajo al grupo? ¡Ángel lo hizo!

No sabía a dónde ir, dónde buscarlo. Así que regresé a casa. Sentada en el sofá empecé a recordar las palabras de Ángel, esas que no tuvieron sentido alguno.

― Ángel desapareció... No lo conocen en el grupo de apoyo. El casero lo conocía como señor Mieles —hablé en voz alta.

Se me ocurrió llamar a su empresa y me dijeron lo mismo: que se había ido de viaje. «Ya estaba bastante mayor, se merece un tiempo libre», añadieron. Refuté que él era un hombre joven. Ellos aseguraron que yo era la equivocada.

De pura curiosidad llamé al casero y le pedí una descripción de Ángel: un joven como de veinte años, barbudo, bajito.

Estaba en shock.

Llamé a mamá a pedirle lo mismo: un hombre de mi edad, castaño, piel morena. Estefanía: un hombre de casi cuarenta años, con bigote, alto. Cata y Adrian: hombre de veintitantos años, de mi estatura, un poco gordito.

Y yo lo conocía como alguien alto, de piel limpia, atlético, de treinta y dos años.

¿Estoy loca en serio?

Ahí volví a recordar: «...venir en esta forma...», «¿Tu mamá alguna vez te habló sobre ángeles?», «ayudarte».

Busqué en internet: ángeles. Aparecieron conceptos, clasificaciones, pasajes bíblicos, testimonios... Pensé que estaba perdiendo el tiempo hasta que encontré una coincidencia escalofriante: «Conocí a mi ángel, fue después de perder a mi hija. Me ayudó a superar su muerte. Todos lo veían. No fue solo un momento que estuvo ahí, estuvo mucho tiempo, fue mi amigo. Conversaba conmigo y mi marido en casa, salíamos a pasear. Mis vecinos lo veían. Nadie cree que fue mi ángel, todos piensan que estoy loca por llamarlo así. Un día se fue. Dijo que su misión había sido cumplida y que debía dejarme. Y no me dolió su partida, en cambio me sentí agradecida por haberlo conocido. Fue un ángel del proceso, estoy segura».

Busqué esas palabras: ángel del proceso. Ángeles que aparecen para ayudar a superar la pérdida de un ser querido. De acuerdo a testimonios, los ángeles del proceso los acompañaban en sus vidas de diferentes formas: unos sentían la presencia, otros brisas intensas, otros escuchaban sus voces, otros los veían de vez en cuando. Y esto último me llamó la atención: se topaban con el ángel en forma de viejecita en el parque, o un viejecito en la iglesia, un hombre alto en la calle. Y estas personas les hablaban como si nada por un instante y luego desaparecían.

Apagué la computadora enseguida. Estaba al borde de un colapso nervioso.

Corrí a la iglesia a buscar al Padrecito. Le conté toda la historia y dijo que era probable que fuera un ángel el que hubiera estado en mi vida, que no estaba loca y no era la primera persona que tenía contacto con ellos.

― No debes estar asustada. Ya se fue. Aunque tu ángel guardián permanece contigo.

― ¿No es el mismo?

― Para muchas personas es el mismo, para otras no.

― ¿Usted qué cree?

― Que son distintos. El ángel guardián está con nosotros desde nuestro nacimiento. El ángel del proceso, como muchos lo llaman, está en ocasiones de mucha tristeza o cuando más necesitamos una guía extra para salir de los problemas en los que nos encontramos. Pero la verdadera pregunta, Mía, es ¿tú piensas que Ángel Mieles fue en realidad tu ángel del proceso?

Empecé a recordar las cosas raras que habían sucedido:

Él supo que no estaba embarazada...

«Es que no sé cómo explicarte, en realidad no puedo, solo es importante que sepas que no llevas otra vida dentro de ti».

Hablaba de sus misiones...

«Esa es mi misión con ustedes, guiarlos, ayudarlos para que acepten la muerte de ese ser, que lo recuerden con emoción y sean capaces de amar otra vez con la misma o mayor intensidad».

«Pero créeme cuando te digo que mi misión no es tener una pareja».

De ayudar a otras personas...

«Estuve en Guayaquil, en la católica... Alguien me necesitaba...»

Me conocía bien...

«No te culpo por tus reacciones, Mía. Tus emociones están a flor de piel... tratas de ser siempre fuerte. Desde Evan tu caparazón se ha roto».

― Es una locura, Padre...

― Ve a casa ahora. Descansa. Mañana todo tendrá más sentido.

― ¿Cómo lo sabe?

― Porque confío en eso.

No le dije a nadie más lo que sabía, por eso preferí escribirlo. ¿Quién me iba a creer? Tal vez mamá, siendo devota. Tal vez no. En todo caso preferí callarme. Lo que sentía por Ángel... por mi ángel... se transformó en un cariño, en un amor grato con el tiempo, porque así lo acepté, como un ser fuera de mi alcance. Creí en él. Creo en él. Ese día, cuando él se fue, mi vida cambió, por las revelaciones y por mi forma de ver el futuro.

Ya no tenía miedo. Ya no estaba enamorada, pero estaba lista para amar.

Me topé un día —y sin buscarlo— a Jeff en un supermercado. Eso ya fue hace tres años. Mañana nos casaremos. Estoy nerviosa. Espero que Ángel Mieles esté feliz por mí. Aunque creo que sí lo está, porque acaba de entrar por mi ventana una pluma blanca.
No dudo que fuiste tú.

FIN.

¡Qué hermoso que hayas disfrutado hasta la última línea!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Qué hermoso que hayas disfrutado hasta la última línea!

Me encanta leerte, déjame tu comentario y te espero en mis otras novelas.

Estoy en Instagram también como: nataliaescritora

Cuando no estásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora