― ¿Tienes fotos de tu esposa, Ángel? —lo saqué de su admiración ante pleno mar desde el muro rocoso donde nos habíamos sentado. Unos metros hacia abajo y se llegaba a la arena, unos metros más y morían las olas. Soplaba el viento con fuerza y atrás de nosotros llegaban un par de autos, gente que venía a recrearse en los restaurantes y a disfrutar de la playa de Piedra Larga, tan solo a unos minutos de Manta.
― Uhmm... ¿cómo dices?
― ¿No tienes fotos?
― Bueno... Eh... No tengo —titubeó—. Solo la recuerdo en mi cabeza.
― ¿Cómo era?
― Rubia —contestó rápido—. Como de tu estatura, estaríamos hablando de un metro setenta. Tenía ojos de color café y le gustaba jugar tenis.
― Mmm...
No me convenció enseguida. Ya era raro que no tuviera fotografías, y en ese momento pareció que mentía. ¿Qué más sabía de su esposa? Nada. Ángel había sufrido tras su partida hacía cinco años, donó sus cosas y se mudó. Eso era todo.
― No hablas mucho de ella, te preocupas más por otros, recién me doy cuenta de eso, Ángel.
― Porque ya tuve tiempo para curarme.
― Pero cuéntame más de ella.
― Eh... —suspiró profundamente— Ella era muy tierna... —se esforzó en recordar— Reía mucho... Le gustaba cocinar... Amó con intensidad...
― Querrás decir «te amó con intensidad».
― Ahmm... sí, eso.
― Dime algo, cambiando de tema —hablé después de un silencio—, ¿dónde estudiaste el colegio?
― Juan Montalvo.
― ¿Universidad?
― Estuve en Guayaquil, en la católica.
― ¿Por qué te fuiste?
― Alguien me necesitaba... —balbuceó, pero alcancé a entender, de todas formas quise cerciorarme.
― ¿Qué dijiste?
― Solo aproveché la oportunidad de conocer otra ciudad. Te diré, Mía, que te sorprenderías de la cantidad de lugares en los que he estado.
― ¿Te gusta viajar?
― Sí... Hay cosas maravillosas en todas partes... Además, así han resultado las disposiciones...
― ¿Disposiciones?, ¿de qué o de quién?, ¿de qué hablas?
― Ahmm... —se sacudió— No, no, no —sonrió—, olvida lo que dije, no prestes tanta atención.
― A veces... eres raro.
― ¿Te parece? —rió.
― Lo siento, tenía que decirlo.
― Tú y tu sinceridad, Mía. Es una buena cualidad, solo hay que saberla regular.
― ¿Te refieres a mentir?
― No, sino a saber callar cuando es necesario.
― Okay, ya entendí la indirecta.
― No, no, es solo un comentario, no tiene que ver con lo que dijiste. Son mis momentos filosóficos.
― Oh...
― ¿Quieres comer algo?
― No, quedémonos un poco más.
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Cuando no estás
Espiritual⭐️2do lugar⭐️ Squad Awards 2017 NOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Sí hay vida después de la muerte, es pesada, dolorosa y medio vacía. Así lo está aprendiendo Mía después de perder a su prometido en un abrupto accidente de tránsito. En medio de tortuo...