Capítulo 11

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La cena de Navidad estuvo entretenida hasta que Ángel tuvo que sacarme un momento al portal porque mis imprudentes familiares no pararon de preguntar: «¿y cómo te sientes?, ¿aún te duele su partida?, ¿estás bien?, ¿segura que estás bien?».

― Prometí no deprimirme, pero ellos no lo facilitan. ¿Viste sus miradas? Todas llenas de lástima...

― Tratan de apoyarte.

― Sí, claro —bufé—, poniendo más sal a la herida.

― No dejes que te afecten.

― Es que...

― Lo sé, Mía. Pero sé fuerte.

― No estaré con ellos en Año Nuevo, decidido.

― No te apresures. Compartir en familia es importante.

― Con amigos también. Tú y yo en Año Nuevo, ¿está bien?

― De acuerdo... —respondió después de un rato, resignado ante mi impulsiva decisión.

― Okay.

Así, los dos terminamos en un elegante bar, conversando amenamente en la víspera de Año Nuevo. Yo bebí un poco más que él en un tonto intento por borrar aquel último año de mi vida.

― ¿Cuáles son las probabilidades de que muera en los próximos cinco años y me reencuentre con Evan?

― No digas esas cosas, Mía, tu vida es valiosísima.

― ¿Sabías que intenté suicidarme poco después de conocerte?

― Solo me alegra de que no tuvieras éxito.

― Mi hermana lo impidió. Me iba a lanzar de un balcón —bebí más.

― No lo piensas hacer de nuevo, ¿verdad?

― No. Ya acepté mi condena.

― Vivir sin tu pareja es una oportunidad no una condena.

― Oportunidad... —bufé—. Es una estupidez.

― Escucha, debo ir al baño. No te muevas, ¿sí? Pronto será medianoche.

― Okay... —llevé de nuevo la copa a mis labios.

Estábamos cómodos cerca de la barra. El ambiente estaba animado con la gente esperando a que llegaran las doce.

― ¿Mía?

― ¿Ah? —alcé la mirada luego de perderme en el pequeño mundo de mi copa sobre el mesón.

― ¡Hey! ¿Cómo estás? —un tipo metido en un traje me abrazo.

― ¿Qué... quién eres tú?

― ¿No me recuerdas? Soy Jefferson, del colegio...

― ¿Jeff?

― ¡Sí! —sonreía tanto.

― Oh... Hola

― ¿Estás bien?

― Humm... —alcé la copa, haciendo alusión de que mi sangre tenía una gran cantidad de alcohol ya.

― Yo estoy en las mismas. ¿Viniste sola?

― No, no, no... Mi amigo fue al baño.

― Yo estoy en la mesa de allá —señaló una esquina— con unos amigos. Qué bueno verte, deberíamos reunirnos uno de estos días, ¿te parece?

― Ah, sí, sí... —me dio su celular para guardar mi número.

De repente la gente empezó la cuenta regresiva desde diez. Me levanté para buscar con la mirada a Ángel y cuando llegaron a uno, Jeff me atrapó en un fuerte beso. Me aparté tan pronto como pude.

Cuando no estásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora