Parecía una cosa irreal tanta felicidad. Al fin Ángel y yo estábamos juntos después de pasar por tanto dolor.
― Un día te pediré que seas mi esposa —me dijo mientras veíamos una película en su habitación.
― ¿Qué?, ¿es en serio?
― Sí.
― Ángel... eso significa mucho. Pensé que no querrías casarte de nuevo.
― Tú me das ganas de casarme de nuevo —me quedé en silencio—. ¿Qué piensas?
― Algo loco, ¿sabes? A veces creo que no deberíamos esperar...
― Cásate conmigo, entonces.
― No, no, no —reí—. Dije que era algo loco.
― ¿Por qué no hacer esa locura?
― ¡Qué! —seguí riendo, me puse nerviosa— Ángel, no lo tomes a mal, pero recién empezamos a salir, no ha pasado mucho tiempo, ni siquiera vivimos juntos y era algo que quería comentarte, ya que pasamos visitándonos con frecuencia no sería tan ilógico que compartiéramos un apartamento, puede ser el tuyo o el mío, no tengo problema, a menos que tú sí...
― Cásate conmigo, Mía —me interrumpió.
― Amor, estoy hablando en serio —rodé los ojos—, escúchame...
― Cásate conmigo.
― No es gracioso.
― Tienes razón —sacó un anillo del bolsillo de su pantalón. Piedra solitaria, baño de plata.
― Ángel... —recién me di cuenta que iba en serio.
― Cásate conmigo, hazme feliz.
― Oh por Dios...
― ¿Mía?
― Sí... —susurré. No estaba pensando. Solo imaginaba cómo sería la vida junto a él—. ¡Sí, Ángel, sí! —rompí en carcajadas y lo abracé—. Claro que me caso contigo, amor, sí...
― Dame tu mano... —al separarnos buscó mi dedo anular izquierdo y me colocó el aro.
― No puedo creerlo. Te amo, te amo, te amo —lo besé.
Cata se puso en marcha con los preparativos de inmediato. Fue algo íntimo. Mamá, Estefanía, su enamorado, Cata y Adrian que fueron los padrinos. Nadie más se enteraría. Me juzgarían. Pensar que tan pronto después de perder a mi prometido me caso con otro. No lo entenderían. De hecho, mamá tenía sus dudas aunque no lo dijera, se notaba en su rostro.
Sin embargo, la ceremonia no transcurrió con total armonía. Al momento de preguntar si alguien se oponía, apareció Jeff a nuestras espaldas.
― ¡Yo me opongo a esta unión!
― ¿Jeff, qué rayos haces aquí? —espeté.
― ¿Qué haces tú, Mía? Esto es un disparate. No puedes casarte, sabes lo que siento por ti.
― Yo amo a Ángel, Jeff, entiéndelo, por favor.
― Ni siquiera me diste una oportunidad por lo de Evan, ¿cómo puedes decir que amas a este?, ¿acaso él es Evan?
― Vete de aquí, por favor —intervino el novio.
― Tú no te metas.
― ¡No le hables así! —lo defendí—. ¡Me costó mucho arreglarme para este momento pero no temo ir por ti, Jefferson!
― Puedes venir conmigo en cambio, Mía.
Me harté, recogí el vestido, entregué el buqué y le di un par de bofetadas y golpes en el pecho. Ángel trató de detenerme. Adrian se encargó de despedir civilmente a Jeff. Cata rió ante mis impulsos, me arregló el cabello y el vestido. Una vez que me calmé la ceremonia continuó.
Nuestra luna de miel fue duró un fin de semana en un hotel frente a la playa con todas las comodidades, ya que no podíamos alejarnos de nuestros empleos por mucho tiempo.
No terminábamos de volver a la realidad cuando Ángel empezó a hablarme de hijos.
― ¿Te volviste loco? —reímos— ¿Te das cuenta que no tenemos ni una semana de casados?
― ¿Te das cuenta que tal vez ya estás embarazada?
― No lo creo.
― ¿Estás segura?
― Sí —crucé los brazos.
― Bueno, ya lo veremos —me robó un pequeño beso.
No es que no quisiera tener un hijo con él, me parecía demasiado pronto nada más. Quería disfrutar de nuestra relación antes de pasar a la etapa de padres.
Aquella Navidad juntos fue la más linda, compartiendo en familia, el Año Nuevo solos con un beso a medianoche.
Ángel me había devuelto a la vida. Tenía ganas de disfrutar, por primera vez, desde la pérdida de Evan.
Cada caricia era un motivo más para querer quedarme a su lado por días, años, la misma eternidad...
No podría estar más llena de felicidad... hasta que el destino volvió a empeñarse en quitármela.
A Ángel lo asaltaron una noche que fue a comprar a la tienda del barrio. Le dispararon dos veces. Cuando supe de la noticia me dio un infarto. Ambos quedamos hospitalizados.
Si él no resistía probablemente yo tampoco lo haría. Estaba tan enojada por mi suerte que cuando mamá insistía en rezar la ignoraba.
Con el pasar del tiempo logré recuperarme, mi objetivo era ir al cuarto donde estaba Ángel, pero no me dejaron. Me decían que él estaba bien. Intenté escabullirme una noche pero me atraparon. Pedí que le dieran un celular o una computadora y algo más a mí para comunicarnos. También dijeron que no.
Todo lo que sabía era que «él estaba bien».
Cuando al fin me dieron el alta y quise buscar a Ángel me dijeron la verdad: él había muerto a los dos días del asalto y me lo ocultaron porque mi corazón estaba frágil y no resistiría.
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Cuando no estás
Spiritualité⭐️2do lugar⭐️ Squad Awards 2017 NOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Sí hay vida después de la muerte, es pesada, dolorosa y medio vacía. Así lo está aprendiendo Mía después de perder a su prometido en un abrupto accidente de tránsito. En medio de tortuo...