Seis

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   Izuku estaba detrás de la puerta esperando a oír el ruido del ascensor.

   Sonó el timbre dos veces seguidas. Izuku estaba con la espalda contra la mirilla y de los nervios no era capaz de girarse para comprobar que Katsuki no era un sueño. Neito empezaba a perder los papeles. Los dos se miraron un instante hasta que Izuku se tocó el pelo y suspiró. Cogió fuerzas y abrió.

    – ¡Hola, guapo, siento llegar antes de hora, pero ya no se me ocurría cómo hacer más tiempo esperando a que sean las ocho...!

   – Bienvenido... Pasa, tengo, tenemos que... Bueno hay cambio de planes... –Iba a empezar con las explicaciones cundo Katsuki le cortó sin soltar siquiera las muchas bolsas que llevaba en las manos.

   – Lo entiendo, te lo pensaste mejor y no es una buena idea... Me alegro de haber vuelto a intentarlo; una pena, en fin... –Ya se había dado la vuelta, pero Izuku se puso delante y le cortó el paso.

   – No, no; no es eso... es que no tenemos el apartamento solo para nosotros... Mina, mi amiga ¿te acuerdas? Pues se puso enferma, gastroenteritis, y está medio muerta en mi cama. Si quieres irte, lo entiendo, porque es la segunda vez que tendríamos una cita multitudinaria.

   – ¡Ah, por un momento pensé que me estabas dando largas, uf! ¿Sabes si Mina  le gusta la pasta con atún? Menú único y vino – Mientras hacía malabarismos con las bolsas, intentó cruzar la puerta sin arrollar a Izuku, que estaba plantado en medio de la entrada y no dejaba sitio ni para entrar ni para salir.

  

   Todavía quedaba confesar que Neito también iba en el pack. No hizo falta ni presentarlo porque, cuando la pareja pasaba por delante de la habitación de Izuku, se vio cómo se abría la puerta de sopetón y Neito salía.

   – ¡Ah, no sabía que hubiera alguien más con nosotros!– se sobresalto Katsuki.

   – Te lo iba a contar ahora... Él es Neito, mi mejor amigo, me está echando una mano con Mina... Neito, te presento a Katsuki – Aquello era patético. La primera vez que era capaz de tener una cita normal, con un hombre normal, y la situación era de todo menos normal.

   – ¡Hola, Katsuki! – le extendió la mano con el fin de completar las presentaciones, pero se percató de que el pobre, no había podido deshacerse de las bolsas que llevaba desde que llegó.

   – Te daría la mano, Neito, pero me pillas un poco...– Si ya era guapo con el semblante serio, cuando Katsuki medio sonrió fue luminoso.

 

   A Neito casi le da un síncope.

   Se dirigieron a la cocina. Neito no paraba de dar pellizcos y pataditas a Izuku sin que Katsuki lo viese. Era absolutamente fascinante, y además, iba a cocinar para ellos. Cuando empezaron a vaciar las bolsas, Izuku y Neito estaban maravillados, de allí salían cosas nunca vistas por ellos. Nada de pasta lista en el microondas en cinco minutos: pasta fresca, atún fresco, leche entera, harina especial para repostería, mantequilla de calidad, tomate frito natural y un vino cuya marca desconocían quiza porque no se vendía en el supermercado del barrio.

   – ¡Oh my, y yo a dieta! Hoy me la salto dado el festín que nos espera. Me parece una grosería no aportar nada al festejo; voy a la pastelería a por alguna exquisitez que esté a la altura. No me descuiden a la enferma. Si Mina despierta, hay que hacerle beber el suero. Tiene que beber o se deshidratará.

   – Vete tranquilo, que yo me encargo.

   Cuando el cocinero y el pinche oyeron como se cerraba la puerta, se miraron y sonrieron. A Izuku le palpitaba el corazón tan rápido que casi se le salía. Estaba seguro de que Katsuki tenía que estar oyéndolo.

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