Once

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   Las semanas iban pasando y lo que parecía imposible, iba sucediendo. Izuku estaba en la certeza de que nunca dejaría de sentir esa mezcla de confusión, dolor, indignación, desdicha y rabia que lo transformaba cuando pensaba que Katsuki lo había dejado. Día a día parecía más resignado vivir con esa comuna de mariposas en su estómago.

   Tenía un trabajo, no era el ideal pero era querido allí y lo hacían sentir bien, pero ahora era tanto lo que sufría por minuto que siempre pensaba que estaba al borde del suicidio emocional.

   Neito y Mina intentaban por todos los medios sacarlo de casa, pero no era tarea fácil; raro era el día que no tenía que limpiar algo, rasurar algo, regar algo o dormir algo. En cuanto le mencionaban la posibilidad de salir de fiesta, sacaba a relucir el pasaje reciente de la fiesta naval y acababa convenciéndose de que aún era pronto para volver a quedarse sin greñas por un polvo mal echado.

   – Prefiero pasar mi síndrome de abstinencia a pelo y solito que morir descabellado en un mal sexo, además...

   – Además, puede llamar Katsukiiiiii. –Desde hacía dos semanas que Neito y Mina sabían perfectamente cómo acababan todos los además de Izuku.

   – ¡No iba a decir eso!

   – Sí, sí lo ibas a decir... –Neito lo abrazó y dejó que se acurrucarse en su regazo.

   – Izu... –Mina llevaba  demasiados días aguantando aquella letanía que no conducían a ninguna parte y estaba a punto de estallar. Y estalló–: O cambias el chip o te juro que llamo a Katsuki  y le cuento el panorama humillante al que te estás obligando...

   – ¿Lo harías? –Izuku asomó una mirada asustada por debajo del brazo de Neito.

   – ¿El qué? ¿Llamarlo? Claro que lo haría, le diría que pareces un muerto viviente y que tienes planeado llevarnos a todos a la locura total...

   – Pues llámalo, Mina; llámalo y dile que no me encuentro bien... –A Izuku se le encendió una luz.

   – ¿Qué sustancia psicotrópica te metes?– Neito no podía creer lo que oía.

   ‐ Izu, yo creo que si tú lo que quieres es volver con él, no deberías ponerte tantos impedimentos.

   – No te entiendo...

   – Ya lo creo que me entiendes... Si quieres dejar que te vea en este estado de sufrimiento para marcarte un tanto, llámalo tú. Aunque si yo fuera tú, no lo haría hasta que no se me hubiesen deshinchado los ojos.

   – Los ojos, el pelo arreglado, ropa limpia –Neito se sumaba a la moción de que si quería luchar Katsuki, debería dejar de autocompadecerse de una vez por todas. Si ellos, que lo querían por encima de todo, no lo aguantaban en ese patético trance de desamor ¿quién en su sano juicio querría reanudar una relación con alguien así? –Hagamos un trato... ¿Qué día es hoy?

   – Hoy es... creo que diez ¿no?

   – ¡Qué más da el día que sea... es una mierda igual que ayer y que anteayer y...! –Izuku se comportaba como una fuente inagotable de mal humor y pesimismo.

   – No te soporto más... No te aguanto ni un segundo más en ese estado penitente; si quieres ahogarte en lástima, allá tú, pero no cuentes conmigo para más lapidaciones. O levantas la cabeza o te vas a quedar solito en medio de tu tremenda desdicha...

   – Joder, Neo ¿no ves que está jodido? ¿Y tú eres el que dice que soy bruta con él? No seas cruel. De acuerdo, está cansino, pero no podemos hacer otra cosa que apechugar con él.


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