Siete

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   (Volvemos al principio, ¿recuerdan? Cuando Mina le colgó a Izuku)

   Solo hay una cosa peor para empezar el día que olvidarse de poner el despertador o que te saquen de la ducha a la fuerza: que coincidan ambas cosas en tiempo y espacio. Y eso le acababa de pasar a Izuku, así que no estaba de muy buen humor. Cuando ya había podido dominar la ira matutina por el desplante de Mina al colgarle el teléfono, era hora de ver los estragos que los excesos nocturnos habían hecho a su cara.

   Seguía sentado en la orilla de la cama envuelto en el albornoz y buscaba fuerzas para enfrentarse al espejo.

   No podía tirarse lo que quedaba de mañana, poco más de una hora, compadesiéndose de sí mismo. Debería decidir qué ponerse y ocuparse de lo de anoche. Nunca sabía por qué empezaba todo, pero Katsuki y él habían vuelto a discutir. Al principio pensaba que la cosa era por el proceso de amoldarse el uno al otro. ¡Eran tan distintos! Pero, cuando la historia se convirtió en el pan nuestro de cada día, le pareció preocupante.

   Llevaban siendo pareja desde la noche siguiente a conocerse. Que se querían, estaba fuera de toda duda. Que les gustaba estar juntos, también; pero Izuku echaba de menos sentirse libre. Bueno, solo a veces, y por eso no zanjaba la relación. Cuando trataba de imaginarse la vida sin él, le costaba verse privado de sus mimos, de su apoyo, de su amistad y de su compañía; en cambio, al segundo, pensaba que aún no estaba preparado para prescindir del mundo. ¡Cómo si Katsuki se lo pidiese!

   Él se daba cuenta de que Izuku quería respirar un poco y no lo agobiaba con escenitas. Si él quería salir de copas después de trabajar con Mina, pues bien, no ponía problemas; el caso es que le dolía que lo excluyese de los planes. Si eran amigos y amantes ¿a cuál dejaba de lado para irse de juerga? Katsuki estaba hecho un lío, Izuku estaba hecho un lío.

   La discusión de anoche no había sido ni más ni menos que la de otras noches de los últimos diez meses, pero a Izuku no dejaba de rondarle una frase: "Démonos un respiró si tenemos que estar juntos, la vida nos lo pondrá en el camino." Katsuki parecía haberse cansado de aquella situación de hoy te quiero, mañana no y pasado ya veremos. Nunca le había insinuado irse a vivir con él, pero Izuku tampoco se lo había pedido. Lo que empezó con inusual pasión se fue torciendo poco a poco por la reticencia a ser feliz de Izuku. Era como si quisiese acelerar lo que él creía inevitable: que lo dejase.

   La discusión siempre acababa en tablas. Katsuki le recordaba que esperaría a que él se decidiese e Izuku le decía que sacrificios, los mínimos. Siempre era así hasta anoche. Izuku no recordaba haberse exedido en los insultos ni haber sido cargante con lo de mantener a salvo su espacio personal, pero Katsuki no había aguantado ni el primer asalto. Allí, junto al semáforo del cruce que separaba los rumbos hacia sus respectivas casas, se rindió.

   ¿Acaso no era lo que quería? ¡Ah, no! Entonces ¿qué era lo que quería? Eso se estaba preguntando cuando corrió la puerta del espejo del armario. Se encontró a sí mismo perdido en un mar de dudas y pelo mojado, como un perro sin dueño. Para colmo el mes que viene estaría de cumpleaños. Tarta, velas, abrazos y todas esas cosas.

   Se acomodó los rizos, se puso una camisa bonita, unos jeans elásticos que mejor le sentaban a su culo y sus botas rojas. Si se planteaba ir a la reconquista, mejor ir con las armas a punto.

   Cuando se enfundó en el vaquero, se miró al espejo, y se dijo: no estás nada mál para tus años. Se dio la vuelta y se miró de nuevo en el espejo para asegurarse de que sus nalgas seguían siendo objeto de deseo. Se vio resultón y pensó que Katsuki desfallecería nada más verlo. Pero un momento... ¿Era eso realmente lo que quería? Sí, sí que lo era; acababa de recordar lo sumamente excitante que era hacer el amor con él. Se estremeció por completo.

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