F O N Z

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          Tardó casi tres semanas en llegar hasta la Montaña de los Lobos, el gran castillo de los Stark después de Invernalia, escondido entre las copas frondosas de los árboles nevados del Bosque de Lobos. 

          Fonz Tyrell había desconocido de toda la cantidad de tribus, clanes, aldeas, bastiones y fortificaciones que existían en lo profundo de las húmedas y oscuras arboleadas. La maestre Brielle se lo había advertido, así como la comitiva de treinta hombres con los que viajaba, al mando de Jon Nieve, el bastardo maestro de armas de Invernalia que lord Cerwyn había designado apropiado para la misión.

          Habían recibido la carta de lord Roux desde Corona de la Reina, que había sido enviada desde el Árbol Blanco, que había sido enviada desde El Puño, en que indicaba, en muy pocas palabras, que Bastión Thenn había caído a causa de los demonios del hielo y que lord Mormont, el padre de lady Jeri y bisabuelo de Robb había muerto en un naufragio a causa de un kraken. De modo que Fonz había escrito a la Isla del Oso con su firma, como castellano de Invernalia, las condolencias y la salutación formal al nuevo señor de la casa.

          De modo que Fonz había partido al día siguiente. Lord Stark se había llevado cerca de dos mil norteños a la capital y Robb había reunido, según una idea estimada que la maestre había calculado, cerca de seis mil hombres que habían alcanzado a llegar con él hasta el filo del mundo o se habrían encontrado en algún lugar más allá de las ruinas.

         Pero habían señores que no habían enviado a sus ejércitos. Los Glover y los Mormont de la costa este del Norte habían enviado a sus hombres por barco, mientras que la Ciudadela de Torrhen y Fuerte Túmulo habían tomado por el Camino Real rumbo al Sur, mientras que Puerto Blanco había hecho tanto lo uno como lo otro. Incluso la Montaña de los Lobos había movilizado a sus ejércitos y a su señor feudal, el hermano directo de lord Stian quien, según la información de la maestre Brielle, era el segundo señor con más lanceros, espadachines y jinetes del Norte, sin mencionar la flota de cien barcos que tenían oculta en alguna parte del Mar Estrecho.

          Robb y lord Roux necesitarían esos ejércitos cuando regresaran a Invernalia para la guerra. Fonz sabía que lord Maxance se había convertido en un hombre retraído y alejado del mundo, pero también quería restar preocupaciones a los Stark después de todas las desgracias que estaban sufriendo, y la maestre le informado que el hijo mayor de lord Maxance estaba en aquel castillo y que necesitarían de su apoyo directo como Starks consanguíneos. Nadie había quedado en Invernalia y él había tenido que ser la rosa del invierno, y no iba a decepcionar al pueblo de Robb.

          Es por ello que había bailado, comido, conversado y alagado a todas las hijas e hijos de los pequeños señores salvajes de las montañas hasta que la lengua, los pómulos, las manos, las piernas y la barriga le dejaron de responder. Por las noches se iba a la cama muerto de tanto festejo, cacería y prueba de fuerza y resistencia, y por el día, despertaba con cerveza, canciones y regalos cada que Fonz Tyrell demostraba ser un hombre para aquellas personas.

          Cuando llegó el primer día al clan de los Arbolar, había dejado de nevar hacía días y el suelo blanco había descendido dejando ver las hierbas y los arbustos que hubo tragado tras su paso frío. Los había encontrado cosechando, envueltos en sus pieles blancas, marrones, negras y grises, todos con sus capuchas, quitando nieve, guardando sus cereales, sacando verduras podridas de la tierra y recogiendo raíces.

          Ninguno de ellos había reparado en la comitiva ni en los caballos cuando estuvieron casi encima de ellos. El único que había dejado el trabajo había sido un hombre anciano, canoso y desdentado que se le había acercado con una hoz en la mano mientras Fonz descendía. Envuelto en sus capas regias y en su cuero cocido, Fonz Tyrell era más parecido a un dios de las Islas del Verano que a la flacucha zarigüeya de aquel hombre.

Poniente III: Corona de CuervosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora