R O U X

14 3 0
                                    


          El cielo se había vuelto a nublar cuando Fonz Tyrell regresó a Invernalia y Roux Stark lo había tomado como un mal presagio.

          La hilera de soldados que parecían puntos negros por el camino del bosque era extensa y abarcaba hasta el mismísimo horizonte. La maestre Brielle había recibido el cuervo desde la Montaña de los Lobos escrito por la propia mano de Almanegra. Roux no había sabido qué pensar sobre su presencia en el Norte ni de su arribo a Invernalia, pero ahí estaba, contemplando desde lo alto de las torres la increíble victoria diplomática que la rosa sureña había conseguido.

— El maestre Deas me informó en secreto que Nani Stark se encontraba en el castillo de su padre sirviendo como castellano mientras lord Maxance se encontraban con lord Stark y su madre en Puerto Blanco de duelo por la muerte de su hermano.

— ¿Siempre estuvo escondido ahí?

— No, mi señor - la maestre susurraba, pero ningún dejo de miedo se podía apreciar en su voz -. Sin embargo, el maestre no supo decir de dónde había vuelto.

          Almanegra asesinaba personas ante los ojos rojos de los arcianos y practicaba magia con aquellos rituales sanguinarios que a Roux no le agradaban. Nunca le había gustado demasiado la magia. Nunca le había gustado demasiado Invernalia, sus árboles corazón y con ser un Stark. Nunca se había sentido con parte dentro de los misterios del Norte y aún así los misterios del Norte siempre se las habían arreglado para encontrarlo.

         Se decía que Almanegra contaba con doscientos barcos y Fonz Tyrell lo había confirmado por carta. Roux Stark no quería imaginar qué había ofrecido el joven a cambio de la lealtad de Almanegra, porque un hombre como Nani Stark nunca actuaba sin una doble intención oculta. Mucho le había costado la última vez capturarlo y sólo los dioses sabían qué nuevas mañas había aprendido en los últimos años después de su exilio.

          Su tío Maxance nunca le había perdonado la traición de entregar a la sangre de su sangre ante la justicia y desde entonces se había mantenido al margen del mundo hasta que los Otros lo obligaron a mover su albino culo de su trono dentado. 

          Roux Stark no esperaba que Almanegra cobrase venganza por su captura hacía tiempo, porque el mismo Almanegra lo había perdonado por entregarlo, pero es que la oscuridad de Nani Stark se había esparcido por todo el Norte y pocos en el reino habían tenido la fuerza interna y la determinación como para hacer algo.

— ¿Qué ha dicho mi sobrino que hará?

— Su majestad ha decidido recibir al joven Fonz en el patio principal y celebrar un banquete en su honor esta noche.

<Un banquete en su honor>, repitió para sí.

          Fonz Tyrell había hecho un excelente trabajo. La mitad de las Invernas estaba activa con granjeros que habían huido de las nevadas de la noche y habían traído consigo tantos recursos que Invernalia se había transformado, de pronto, en una ciudad llena de luces, comercio, música y movimiento. Y aquel movimiento se había intensificado con la llegada del Pueblo Libre y de los grandes señores que habían sido convocados desde todo el Norte para ver la ascensión de un nuevo rey más allá de las ruinas.

— ¿Qué sabemos de mi madre?

— Lady Jeri se mantendrá en la Isla del Oso con los pequeños, pero lord Petya y su hija mayor llegarán durante la tarde así como lord Eero de Skagos. Serán los últimos.

— Lord Petya Mormont - se dijo para sí -. Procura que nadie lo llame lord Petya hasta que yo haya conversado con él - Roux no podía quitarse la imagen de lord Mormont con la piel blanca y por la hinchazón del agua salada tras el naufragio y la de sus ojos azules tras su vuelta a la vida. No sabía si un hijo tenía el derecho a saber tantos detalles, pero tampoco iba a negárselos al nuevo señor de la Isla del Oso.

Poniente III: Corona de CuervosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora