El club de duelo

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Capítulo 10

Andrea se despertó con las luces del amanecer Harry dormía plácidamente a su derecha en la cama. Andrea se llevó la mano al costado y se tocó donde anoche había tenido el moratón. Al hacerlo se dio cuenta de que ya no dolía. Andrea se quitó la sabana de encima y se levantó la camiseta del pijama viendo que el golpe había desaparecido.

Se sentó enseguida y miró hacia la cama de Colin, pero estaba oculto tras las largas cortinas que Harry había corrido la noche anterior.

La señora Pomfrey se levantó quince minutos después y en cuanto vio que estaba despierta la trajo una enorme bandeja con el desayuno. Después la examinó y comprobó que los huesos y hematoma habían sanado perfectamente durante la noche.

Cuando terminó de desayunar Andrea sacó el libro que Hermione le había dejado el día anterior y comenzó a leer esperando a que Harry se despertara. Deseaba abandonar la enfermería cuanto antes, pero le sabía mal dejar a Harry allí solo. De vez en cuando miraba de reojo las cortinas que cubrían la camilla que ahora ocupaba Colin.

Andrea se cambió de ropa y se sentó en la cama con las piernas cruzadas observando como el sol subía más y más alumbrando los jardines por completo.

Harry se despertó al rato y se irguió rápidamente moviendo la articulación del brazo. Al ver que se había despertado, la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harry el brazo y los dedos.

—Todo va bien —le dijo, mientras él apuraba torpemente con su mano izquierda las gachas de avena—. Cuando termines de comer, podéis iros.

Harry se vistió lo más deprisa que pudo y salieron precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, deseosos de hablar con Ron y Hermione sobre Colín y Dobby, pero no los encontraron allí. Andrea intentó calmar a Harry que parecía muy molesto de que ninguno de los dos se encontrase allí.

Andrea y Harry dejaron de buscarlos, preguntándose adónde podían haber ido y discutiendo sobre lo que había ocurrido ayer. Cuando pasaron por delante de la biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho mejor humor que la última vez que lo habían encontrado.

—¡Ah, hola, Harry! —dijo mirando al chico—. Excelente jugada la de ayer, realmente excelente. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!

—¿No has visto a Ron ni a Hermione? —preguntó Harry.

—No, no los he visto —contestó Percy, dejando de sonreír—. Espero que Ron no esté otra vez en el aseo de las chicas...

Andrea forzó una sonrisa, siguió a Percy con la vista hasta que desapareció, ella y Harry intercambiaron una mirada y se fueron derechos al aseo de Myrtle la Llorona. No encontraba ningún motivo para que Ron y Hermione estuvieran allí, pero después de asegurarse de que no merodeaban por el lugar Filch ni ningún prefecto, Andrea abrió la puerta y oyó sus voces provenientes de un retrete cerrado.

—Somos nosotros—dijo Harry, entrando en los lavabos y cerrando la puerta.

Andrea oyó un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vio a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.

—¡Andrea! ¡Harry! —dijo ella—. Vaya susto que nos habéis dado. Entrad. ¿Cómo está tu brazo?

—Bien —dijo Harry, metiéndose en el retrete junto a Andrea.

Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione.

Andrea Bletchley y la cámara de los secretos ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora