Flourish y Blotts

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Capítulo 3

La vida en La Madriguera no se parecía en nada a la de su casa. Sus padres solían quererlo todo limpio y ordenado; la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Andrea se llevó un buen susto la primera vez que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo le gritó: «¡Vaya pinta! ¡Péinate esa melena!» El espíritu del ático aullaba y golpeaba las tuberías cada vez que le parecía que reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de Fred y George se consideraban completamente normales.

Al señor Weasley le gustaba que Andrea o Harry se sentaran a su lado en la mesa para someterlos a un interrogatorio sobre la vida con los muggles, y les preguntaba cómo funcionaban cosas tales como los enchufes o el servicio de correos.

—¡Fascinante! —decía, cuando Andrea le explicaba cómo se usaba el teléfono—. Son ingeniosas de verdad, las cosas que inventan los muggles para apañárselas sin magia.

Una mañana soleada, cuando llevaba más o menos una semana en La Madriguera, Andrea les oyó hablar sobre Hogwarts. Estaba desayunando junto a Ginny y junto al señor y la señora Weasley sentados en la mesa de la cocina. Al ver a Harry, Ginny dio sin querer un golpe al cuenco de las gachas y éste se cayó al suelo con gran estrépito. Ginny solía tirar las cosas cada vez que Harry entraba en la habitación donde ella estaba. Se metió debajo de la mesa para recoger el cuenco y se levantó con la cara tan colorada y brillante como un tomate. Haciendo como que no lo había visto, Harry se sentó y cogió la tostada que le pasaba la señora Weasley.

—Han llegado cartas del colegio —dijo el señor Weasley entregando a Andrea, a Harry y a Ron tres sobres idénticos de pergamino amarillento, con la dirección escrita en tinta verde—. Dumbledore ya sabe que estáis aquí, chicos; a ése no se le escapa una. También han llegado cartas para vosotros dos —añadió, al ver entrar tranquilamente a Fred y George, todavía en pijama.

Hubo unos minutos de silencio mientras leían las cartas. A Andrea le indicaban que cogiera el tren a Hogwarts el 1 de septiembre, como de costumbre, en la estación de Kings Cross. Se adjuntaba una lista de los libros de texto que necesitaría para el curso siguiente: Los estudiantes de segundo curso necesitarán:

- El libro reglamentario de hechizos (clase 2), Miranda Goshawk.

- Recreo con la «banshee», Gilderoy Lockhart.

- Una vuelta con los espíritus malignos, Gilderoy Lockhart.

- Vacaciones con las brujas, Gilderoy Lockhart.

- Recorridos con los trols, Gilderoy Lockhart.

- Viajes con los vampiros, Gilderoy Lockhart.

- Paseos con los hombres lobo, Gilderoy Lockhart.

- Un año con el Yeti, Gilderoy Lockhart.

Después de leer su lista, Fred echó un vistazo a la de Andrea.

—¡También a ti te han mandado todos los libros de Lockhart! —exclamó—. El nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras debe de ser un fan suyo; apuesto a que es una bruja.

Andrea le golpeó el brazo. En ese instante, Fred vio que su madre lo miraba severamente, y trató de disimular untándose mermelada en el pan.

—Todos estos libros no resultarán baratos —observó George, mirando de reojo a sus padres—. De hecho, los libros de Lockhart son muy caros...

—Bueno, ya nos apañaremos —repuso la señora Weasley, aunque parecía preocupada—. Espero que a Ginny le puedan servir muchas de vuestras cosas.

Andrea Bletchley y la cámara de los secretos ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora