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Elsa se recuperó del mareo. Consciente de la ardiente mirada de Jackson Frost, sufrió una repentina y cruel sensación de pánico.

Intentó retirar la mano que él tenía entre las suyas, pero el conde no se lo permitió. La mantuvo sujeta con fuerza. Un brazo fuerte y desagradable le rodeó la cintura y la acercó a él.

El conde inclinó la cabeza. Aplastó su boca contra la de ella, con una ferocidad devoradora. Fue un beso que iba más allá de la limitada experiencia de Elsa.

Había permitido que algunos de sus pretendientes le rozaran los labios de vez en cuando. Pero esto era diferente. El beso de su marido era indecente.

Elsa sintió el imperioso y desbordante fuego de sus emociones en el ardoroso roce de aquella boca sobre la suya.

La joven se quedó rígida, y lo habría abofeteado si no hubiera oído la voz cortante y seca de su padre.

—Una advertencia, milord. Aunque Elsa sea ahora su esposa, no olvide que también es mi hija. Hágale daño y sentirá mi cólera. Le prometo que, si llegara el caso, se arrepentiría.

Al escuchar esto el conde permaneció impávido e hizo un gesto burlón con la boca.

—Milord, no lo olvidaré -pronunció arrastrando las palabras-. Confío en que disculpe nuestra marcha precipitada. -Se volvió hacia su esposa-. Condesa, sugiero que te apresures a hacer el equipaje. Nos espera nuestra noche de bodas.

Elsa abrió los ojos de par en par y luego se acercó a su padre.

¡No es cierto, no está sucediendo! pensó.

Jack Frost no tenía ningún derecho a entrar en su vida. Pero lo ha hecho, murmuró con una vocecita apenas audible. Y todos eran conscientes de ello. El equipaje estuvo listo y el carruaje del conde se detuvo ante la puerta de la casa.

El conde la escoltó hasta el exterior sujetándole el codo con dedos de acero pero cuando la fue a ayudar a entrar en el carruaje, ella se soltó.

Elsa se volvió hacia su padre, lo rodeó con sus brazos y se colgó de él sin reprimirse en absoluto.

—¡Papá -exclamó con voz ahogada-, no puedo hacerlo. ¡No puedo soportarlo!

La mano que acarició los cabellos de la joven estaba algo temblorosa. 

—Shhh -murmuró-. Todo irá bien, Elsa. Estoy seguro.

—¡Es tan duro, tan frío!

—Ya sé que lo parece en este momento, niña. Pero no lo es. Por Dios ¿crees que entregaría a mí única hija a un hombre así?

Elsa sabía en su fuero interno que su padre sólo deseaba lo mejor para ella. Pero en ese momento no podía saber qué había de bueno en aquella boda 

—¡Elsa!

El sonido de su nombre emergió de las sombras.  Ella no le prestó atención. Su padre le besó la mejilla y luego le dio unos golpecitos en el hombro

—Ve, Elsa, y recuerda: ahora tienes un marido, pero siempre seré tu padre y siempre te querré.

Aunque sentía un nudo en la garganta, las últimas palabras de su padre le dieron la fuerza que necesitaba.

En el interior del carruaje se hizo un silencio opresivo.

Al poco rato el carruaje se detuvo ante una elegante mansión de ladrillo rojo en Grosvenor Square.

—Nuestro humilde hogar, condesa.

El muy canalla la estaba atormentando y se divertía mucho con ello. Despreció la mano que le tendía y bajó del carruaje sin su ayuda.

Una Boda De EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora