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Una hora más tarde, los tres entraban en el estudio del padre de Elsa. Aunque los rasgos de su cara permanecían inexpresivos, sabía que nunca había estado tan enfadado.

El desconocido estaba sentado, muy rígido, a su lado y ahora ya conocía su identidad. Era Jackson Frost, conde de Overland. Elsa apretó los dedos sobre el regazo y se atrevió a mirarlo... pero hubiera sido mejor no haberlo hecho.

A su padre no le gustaba montar escenas y le había pedido al conde educadamente que lo acompañara a su casa para hablar del asunto con tranquilidad. Pero cuando a un hombre se le presiona tanto... La prueba estaba en su padre.

Elsa tenía el estómago revuelto. Se sentía como una niña a punto de ser castigada por alguna travesura. Pero aquello no era una picardía infantil. La habían descubierto besando a un caballero, un comportamiento escandaloso.

—Bien -oyó decir a su padre-No les voy a pedir explicaciones porque está muy claro lo que estaban haciendo. -Dirigió una mirada severa al conde-. La ciudad está llena de jóvenes vagos e imprudentes que sólo buscan su propio placer y no asumen sus consecuencias. Creía que usted, señor, no se comportaba así, que era un hombre honorable y respetable por el que yo tenía la máxima consideración. Francamente, milord, me ha sorprendido mucho su comportamiento.

El conde no contestó, pero Elsa observó que cerraba el puño. Luego le tocó a ella escuchar la regañina de su padre.

—En cuanto a ti, Elsa, no hay palabras para expresar mi disgusto -dijo mientras la miraba con expresión de desagrado. Pan no pudo soportar aquella mirada. En toda su vida la había mirado así.

—Lo... lo siento, papá -tragó saliva y lentamente levantó la barbilla-. Tienes razón. La ciudad está llena de vagos que se divierten todo lo que pueden. Y yo no deseo casarme con un hombre así...

Su padre la interrumpió con un sonido de disgusto.

—Nunca hubiera permitido que te casaras con un sinvergüenza, Elsa. Pero no te puedes pasar la vida sola y...

—Prefiero pasarme la vida sola que casada con un hombre que se casa por interés con la hija de un marqués, porque eso es lo que le ha sucedido a mi amiga Ariel, su marido la eligió por su fortuna -dijo Elsa con profundo candor-. No quería casarme, ni con el vizconde Newton, ni con Hans Westergaard ni con Fred Dunmire. Por eso hice lo que hice. Pensé que abandonarían sus pretensiones cuando se enteraran de lo que había sucedido. Y también creí que me considerarías un caso perdido y abandonarías tu interés por casarme.

—¡Hummmm! -murmuró el padre con la boca apretada. Luego dirigió su atención al conde-. ¿Tiene algo que decir, milord?

—Te aseguro, papá, que el conde no estaba enterado de mis intenciones -dijo Elsa antes de que el conde pudiera contestar.

—Soy capaz de hablar por mí mismo -dijo cortante, mientras con su elegante zapato daba un golpecito en la alfombra-. Le presento mis más sinceras disculpas, milord. Mi comportamiento con su hija ha sido reprobable. Pero aparte de eso, me temo que no puedo ofrecer nada más.

—En eso se equivoca, milord. -El marqués repiqueteó con los dedos la madera del escritorio-. Porque no voy a permitir que las cosas acaben aquí.

Un terrible silencio se abatió sobre la habitación. Elsa miraba a uno y a otro mientras ellos se contemplaban sin decir una palabra. ¿Por qué no hablaba Jackson Frost y decía que ella tenía razón? ¿Por qué no le decía a su padre que él no la había besado, que era ella quien lo había besado a él?

—Papá -dijo desesperada-, ¿no me has oído? ¡Fui yo quien lo besó!

—En cualquier caso, Elsa -respondió el padre con voz cortante-, al conde no parecía que lo obligaran. ¿Me equivoco, milord? Las mandíbulas de Jackson Frost parecían de acero. No dijo una palabra, ni para asentir ni para negar.

Una Boda De EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora