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Este capítulo contiene un intento de lemmon.


La puerta de la habitación de Jackson estaba cerrada y Elsa se detuvo en medio del cuarto. Le dirigió una radiante sonrisa, pero Jackson sabía que estaba nerviosa.

Su mirada se detuvo en la blanca piel de sus pechos que se adivinaban debajo del encaje del corpiño. La sangre se le agolpó en la cabeza y en los pulmones encendiendo su deseo hasta convertirlo en una necesidad furiosa que dilató su masculinidad hasta una plenitud casi dolorosa.

Lanzó un lento y profundo suspiro. Debía esperar, porque sabía perfectamente que Elsa era virgen. No quería sobresaltarla, atemorizarla.

—Ven aquí -dijo suavemente, alargando una mano.

Jackson levantó la mano que tenía libre, acarició con los nudillos la barbilla de Elsa y giró su rostro hacia el suyo.

—Sabes cómo acabará esto, ¿verdad? Después de esta noche el matrimonio no se podrá anular -dijo en voz baja.

Los ojos de Elsa se clavaron en los de él. 

—Lo... lo sé.

—¿Es esto lo que deseas? -preguntó estudiando su rostro.

—Sí, sin embargo, milord, todavía me pregunto si tú también estás seguro de que lo deseas.

Jackson comprendió entonces que al llevarla hasta allí había hecho no una, sino dos elecciones.

La primera era convertirla en su mujer, en todo el sentido de la palabra. Lo deseaba, sabía que era así. Lo deseaba tanto que podía saborearlo. En cuanto a la otra... No podía ocultarle la verdad por más tiempo. Pero ahora no era el momento de hablarle de Sophie.

—No dudes de mí, Elsa. Hice la elección cuando vine a buscarte esta noche no me arrepiento y espero que tú tampoco.

Una sonrisita apareció en los labios de ella.

—Desde hace tiempo sé lo que quiero, milord. Estoy aquí... contigo.

Jackson no necesitó más. La tomó en sus brazos y la llevó junto al lecho. Dejó que su cuerpo se deslizara por el suyo para que ella notara su dureza y luego levantó su boca hacia la suya. La devoró interminablemente, como si fuera un banquete para un hombre hambriento. Apartó la boca. Sin desviar la mirada de ella, se quitó la chaqueta, el chaleco y la camisa. Observó cómo abría los ojos cuando vio su pecho desnudo, dos manchas de color se destacaron en sus mejillas. Jackson se dio cuenta de su inseguridad, observó cómo se llevaba la mano temblorosa al cuello.

—No. Déjame a mí -dijo ante la mirada de interrogación que le dirigió Elsa.

Le quitó el vestido, debajo se transparentaba claramente la línea de su cuerpo. La atrajo hacia él, dominando un gemido, para que lo sintiera. Su boca buscó la de ella, primero despacio, explorando, luego con urgencia creciente. De repente Elsa se apartó y escondió el rostro en el hombro de él. Jack acarició los platinados cabellos.

—¿Qué sucede, Elsa?

—Oh, es una tontería, pero... hemos esperado este momento durante tanto tiempo. ¿Y si hago algo estúpido? ¿Y si hago algo mal?

Jackson tomó una de sus manos y la besó.

—No te preocupes, Elsa. Eres perfecta. En todo. -Se hizo un breve silencio-. Y ahora, condesa -le llegó el turno a él de bromear mientras levantaba los esbeltos brazos y los pasaba alrededor de su cuello-, me gustaría mucho que me besaras.

Elsa levantó la cabeza y observó que había una lucecita de malicia en sus hermosos ojos azules.

—¿Qué sucede, milord? Creía que me habías dicho que no debía obligar a un caballero, ni siquiera dándole sólo un beso, porque un hombre encuentra desagradable tal atrevimiento. Creo recordar que estas fueron las palabras exactas.

Una Boda De EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora