Umbrella
♪Ember Island♪
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01:46 03:47El chico acomodó su ropa extravagante y aclaró su garganta, caminando lentamente. Miró a la multitud que se amontonaba en esas ruinas extrañas. Su mente comenzó a divagar en los distintos escenarios, incluso su pulso se comenzaba a acelerar.
Steven había insistido a Perla que se quedara en la nave, por las dudas que ocurriera algo extraño o parecido. Y es simple, ¿cómo alguien iba a reaccionar ante una nave que cayó en la cima de donde había la mejor vista de todo el lugar? Era una gran pregunta curiosa.
El estómago de Steven se contrajo al entrar al lugar. No mucha gente lo miró, al contrario, parecían que lo ignoraban. Su garganta también se contrajo, causando un revuelto más en el estómago, ¿acaso lo hacían a propósito?
—Connie... —susurró y miró instintivamente a su lado, recordándole por qué estaba ahí. Necesitaba a Connie para que le tome la mano cuando lo ignoren por ser un niño, o por no saber controlarse. Frunció el ceño ligeramente y siguió observando el lugar con cuidado, caminando con algo de precaución de no caerse o toparse con más gente de la debida. Aunque tarde o temprano, pasó lo que quería evitar. —¡Ey! Deberías tener cuidado la próxima —chilló al sentir cómo alguien pisaba su pie con confianza.
—Oh, lo siento —una chica lo miró de pies a cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. —Rarito —volvió a girarse para continuar con sus movimientos. Steven colocó una mano en su pecho, oficialmente ofendido, mirando la espalda de la chica. Nadie lo había tratado así con tal descaro, sentía que era una total falta de respeto.
—¡¿Tú sabes quién soy?! —gritó a causa de la música, pero no sabía si esa chica lo ignoraba o si siquiera lo estaba escuchando. —¡Soy un diamante! ¡Diamante rosa, deberías respetarme! —apretó los puños con rabia y coraje. Sus sentimientos estaban saliendo a flor de piel. —¡Debes hacerlo! —levantó su puño dispuesto a golpear la nuca de la chica, pero todo se detenía.
¿Por qué todo era rosa?
Miró sus manos y suavizó su ceño ligeramente, observando el rosa destacable que habitaba en ellas. Miró alrededor y todo comenzaba a distorcionarse, era lento y extraño. Sentía sus latidos latir más rápido e incluso comenzó a jadear, retrocediendo. Todos estaban casi quietos, paralizados, casi aseguraba, pero sus pensamientos lo estaban llevando a extremos inadecuados.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué todo estaba yendo así? Su cuerpo se sentía extrañamente liviano, incluso su garganta que antes estaba picando, dejó de arderle con ganas.
¿Estaba soñando? Eso deseaba. Quería despertar de aquel lugar. Los colores eran de una paleta rosa, aunque varias luces lo cegaban con algo de fuerza, sacándole más retrocesos y signos de ataques de pánico.
Quería abrir los ojos y sonreirle a Perla, tocar aquellas paredes rosas de cristal, mirar el ventanal que daba al universo, escuchar los gritos de Connie adentrándose emocionada, picándole la mejilla como siempre. Quería levantarse y ponerse celoso porque Connie tenía toda la atención de White, quería esforzarse en ser el mejor. Quería volver a sentir las manos de esas gemas pequeñas irritantes que querían medir sus trajes por sus repentinos crecimientos. Quería volver a removerse en ese trono que tenía casi tallado el nombre de su madre. Quería que todos se arrodillaran ante él. Quería apretar aquel objeto que destruía las gemas. Quería hacer muchas cosas en ese maldito momento. Esencialmente despertar. Tenía ganas de llorar, ¡¿cuáles ganas?! ¡Ya estaba llorando! Soltaba algunos jadeos gracias a los sollozos y se agachó, abrazándose a sí mismo, aferrándose a sí mismo. Imaginaba que la que lo abrazaba era Connie, susurrándole al oído que todo iría bien. Quería volver a preocuparse únicamente por ser el mejor diamante, no por convencer a Connie que volviera a tomar su mando.
No por convencer a Connie que no lo abandone.
Sí, estaba siendo dependiente, pero quería solo escapar de allí. Se sentía ahogado. Un calor abrazante agarró con fuerza su cuello, apretándolo, sacándole el aire.
—Connie, ¿dónde estás? —clavó sus dedos entre sus rulos, estresado. Cerró los ojos y sin más se tambaleó.
Al sentir su espalda chocar con alguien más, se giró repentinamente, mirándola. Sus ojos azules podían diferenciarse entre esa hambruna de color. Ahora todo era colores brillantes y luces cegantes, no era nada más rosa. Aunque parecía que en su interior era todo azul, gracias a aquellos ojos.
La morena sonrió y lo miró de pies a cabeza, soltando una risa.
—Steven, ¿qué haces aquí? —y es que ella se había cambiado la ropa. Ahora tenía una blusa de tirantes azul, pero mantenía esas mayas que no podía ignorar, destacando sus largas piernas. —Creí que no vendrías o que... Seguirías reparando la nave.
Seguía mirándola, sin creer la situación. Jadeó, mayormente por miedo pero finalmente suspiro, como si fuera el último que daría en su vida, recobrando la sensación del aliento al ver esos ojos. Se abalanzó a ella, abrazándola con fuerza y lloró. Lloró en su hombro, dramatizando de más. Lo suficiente incluso.
—¡Connie! —chilló, aunque ese grito pasó como un susurro apenas audible gracias a la música. —¿Por qué...? —se separó y la tomó de hombros, manteniendo su ceño fruncido. Connie entreabrió sus labios, ligeramente sorprendida y se inclinó, agarrándolo de las mejillas y limpiando sus lágrimas con sus dedos. —¡¿Por qué carajos haces esto?! —le gritó nuevamente, acercándose a ella para que lo escuchara, incluso juntó sus frentes.
—Ya hablamos de esto —susurró a centímetros de él, mirándolo a los ojos de forma suplicante. Él la empujó y torció los labios.
—No, no, no entiendes, tenemos que volver, ¡White——
—¡¿Por qué todo lo que te importa es White?! ¡¿Yo dónde estoy?! ¡Estuve contigo desde que eras un bebé! —se acercó a él. Los pensamientos de ambos eran un revoltijo de emociones. No lo quería aceptar. No hoy. Retrocedió y miró a Connie frente a él, acercándose intimidante. —Déjame hablar contigo por favor —suplicó nuevamente. Él miró de reojo a la salida y se apuró, corriendo. ¿Dónde estaba su maldito poder de rapidez cuando lo necesitaba?
Antes estaba determinado a convencerla a todo. Y ahora solo quería irse, escapar. Fingir que no estaba pasando. Fingir que no estaba huyendo de su única ayuda.
—¡Steven! —el silencio, al alejarse era interrumpido por los gritos de Connie, que lo alertaron de la situación. Él se giró instintivamente, tentado a correr a sus brazos y llorar como cuando era un niño, suplicando volver a ser todo y a la vez nada. Pero no lo hizo, se mantuvo firme. —¿Por qué me buscas y luego huyes? No te entiendo.
—¡Quiero ser igual de increíble que tú! ¡Quiero sentirme útil! ¡Quiero que White me diga que soy excepcional! ¡Como a ti! —chilló cerrando sus ojos con fuerza. Su garganta volvió a arderle y su estómago volvió a revolverse. —¡Quería estar contigo siempre! ¡Pero luego no pude! ¡Ojalá nunca nos hubiéramos ido! ¡Quiero a mi papá! —sollozó nuevamente. —¡Quiero que me necesites! ¡Necesítame, Connie! —se arrodilló y se apoyó en sus rodillas, llorando. Sentía los mocos y las lágrimas de sus mejillas bajar. —Quiero ser tu héroe, no quiero huir como mamá... —susurró inaudible.
—Steven... —susurró de igual forma Connie, acercándose. Se agachó a él y enredó sus dedos en los rulos del chico. —... Te necesito, pero creí que ni siquiera me necesitabas... ¡Creí que ya no me querías! —lloró agarrándolo de las mejillas y mirándolo a los ojos.
—¡Te amo! —gritó sin dudarlo, mordiendo al final su labio, por haber roto su orgullo. —Te amo tanto, eres la única persona que me importa.
—¡Pero tú me importas! —él negó levemente.
—¿En serio? —preguntó, a una voz suave. Ella asintió y lo abrazó con fuerza, aferrándose a él.
—Claro que sí, Steven, demasiado... Te amo —susurró y enredó sus dedos en los rulos ajenos. Él jadeó y sonrió, cerrando sus ojos y correspondiendo al abrazo.
—Yo también...
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Fucking Diamonds | Connverse
Fanfiction⚠Adaptación del Au de @Gmtak5933 ⚠Cancelada. Desde la llegada de los hijos de dos diamantes todo comenzó a ser solo caprichos de niños. Connie y Steven siempre les gustará arruinarle la vida a White y quizás, a otras gemas.