VIII

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10 de diciembre de 2027

La lluvia llevaba toda la semana impidiendo que los alumnos salieran al patio, algo que ocurría con bastante asiduidad. Ese viernes no fue así. Tras cuatro días pasando el rato en clase, mirando por la ventana sin poder hacer nada más, por fin pudieron estar durante el recreo al aire libre, cosa que todos agradecieron a pesar del frío del invierno.

–Natalia, tía, que estás en las nubes –Ici le tiró el envoltorio del bocadillo hecho una bola, acertando de lleno en el centro de la frente. Natalia dio un respingo por la impresión.

–¡Ici! Joder –recogió el papel refunfuñando y se cruzó de brazos sin decir nada más.

–¿Me vas a contar ya qué es lo que te pasa para tener esa cara de bebé de dos metros enfurruñado con el mundo?

Lo cierto era que llevaba toda la semana y parte de la anterior viéndola como ausente, distraída cuando hablaban. De hecho, cuando quedaron el fin de semana con Jau en casa de este, ni siquiera parecía estar con ellos. Le había dado su espacio para que fuera ella quien le contara por su propio pie lo que le sucedía. Viendo que no iba a ocurrir –al menos a corto plazo–, decidió ser ella la que tirara del hilo.

–Nada.

–Ya, y por eso tampoco pierdes de vista a Alba –pero tirar del hilo con cero sutileza, claramente.

La apreciación de su mejor amiga hizo que desviara la vista de la aludida. Había tratado de disimular mirando de reojo de vez en cuando pero no había colado. Aparte de que ella misma ya era obvia de por sí, Ici la conocía desde hacía tantos años que no necesitaba nada más que echarle un vistazo un rato para leerla desde la primera letra hasta el último punto.

–¿Alba? ¿Qué pasa con Alba? ¿Por qué tiene que ser por Alba? Con Alba está todo bien.

–Alba, Alba, Alba, Alba. No se ha notado apenas. ¿Os habéis enfadado?

–No, para nada –negó rotundamente como si la sola idea le pareciera una locura.

–¿Entonces?

Natalia clavó la vista en la rubia, que charlaba animadamente con Maia. Últimamente habían estrechado los lazos más de lo que cabría esperar después de varios años de amistad y eso llevaba loca a la morena.

–Estás... ¿celosa?

–¡NO!

–Si me haces una frase completa, te doy un pin.

–Ici, jolín...

–Vale, vale, perdona, ya me pongo seria. Cuéntame, ¿qué es eso que te atormenta y no te deja dormir por las noches?

–¡Ici! –sonrió agitando la cabeza de un lado a otro–. No tienes remedio.

–Lo sé, pero me quieres igualmente, así que te jodes.

–Es que creo que me gusta un poquito.

–Internet Explorer, cariño, venga que de aquí a nada cambiamos de navegador y nos ponemos al día.

–Deja de meterte conmigo –le dio con el puño en el hombro por seguir chinchándola cuando ella tenía tal crisis existencial que no sabía ni por dónde empezar a desenredar la maraña de sentimientos que tenía dentro–. Hace tiempo que lo sé.

–Lo sabemos.

–¿Cómo que lo sabéis? ¿Quiénes lo sabéis? ¿Alba lo sabe?

–JAJAJAJA eres pavísima, tía, el meme de Twitter. Si va a ser verdad que eres Explorer.

Cuídame por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora