23 de diciembre de 2020
–Perdonad el desorden –dijo refiriéndose a una manta arrugada sobre el sofá y los juguetes que los niños habían dejado desperdigados por la alfombra–. Rafi no va a poder acompañarnos, pero me ha pedido que os agradezca de corazón la preocupación por Alba.
–No ha sido nada. Solo hemos actuado como nos gustaría que hicieran con nuestros hijos.
–Miguel Ángel –tras unos minutos enfrascados en una conversación protagonizada por los hijos de ambas familias, Mikel, sin querer entrometerse en su vida demasiado pero queriendo ayudar de alguna manera, desvió el tema hacia otro punto–, ¿podemos hacer algo por vosotros?
–No, no, no. Ya habéis hecho mucho comprando ese disco y no dejando que os lo pague. Con ver que Alba ha vuelto con la sonrisa que no ha aparecido en su cara en todo el día ya me doy por satisfecho –los Lacunza quisieron insistir, pero prefirieron no agobiarlo–. ¿Sabéis? –la nostalgia impregnó aquella simple pregunta que no esperaba respuesta. Mikel y María comprendieron que solo necesitaba un oído dispuesto a escuchar su desahogo, ese que solamente podía darse el lujo de tener en ocasiones como aquella en la que no era necesario mostrar una fortaleza que realmente no poseía–. Antes, Alba sonreía a todas horas. Sonreía más que dormía y sonreía hasta durmiendo. Siempre tenía esa sonrisa enorme y no solo para Rafi y para mí, sino para todo el mundo. Le sonreía a la vecina de enfrente cuando coincidíamos en el rellano, al cartero cuando traía un paquete y se asomaba con timidez desde detrás de nuestras piernas, le sonreía hasta al gato que descansaba tranquilamente en un pequeño árbol del parque al que solíamos ir todas las tardes. Y ahora la enfermedad de mi mujer se la ha robado. Nos lo ha quitado casi todo. Una vida sencilla pero bonita, una familia feliz, hasta el trabajo –nombró con retintín el tema que la rubia había sacado a relucir–. Mi pequeña es un ser de luz, no merece tener que cargar con el peso de sobrellevar una enfermedad que va devorando la vida de un ser querido.
La pareja no podía decirle que todo iría bien porque no era cierto. Y como no eran partidarios de pronunciar palabras vacías, esperanzas carentes de esencia solo por llenar silencios o moldear el ambiente hasta convertirlo en estable y medianamente respirable, simplemente no lo hicieron.
–¿A qué te dedicas?
–Soy contable. Trabajaba en una empresa pequeña. Cuando les comenté que tenía un problema familiar e intenté que me dejaran trabajar desde casa me echaron. No atendieron a razones. Les dije que no podía dejar a Marina con nadie y llegó el día en el que Rafi tampoco podía hacerse cargo de ella. Mi jefe ni siquiera se inmutó, no mostró ni un poco de comprensión, supongo que para él solo era una máquina más que se encargaba de parte del trabajo duro mientras él simplemente acudía a comidas de negocios en las que se hablaba de todo tipo de temas menos de negocios. Al menos medio una buena carta de recomendación –rio amargamente al recordar la sangre fría con la que lo despidió.
–¡Papá! –lo llamó Alba desde la habitación.
–Un momento.
Miguel Ángel salió del salón. Mikel y María se miraron en silencio. La misma idea había acudido a ambos, luminosa y recién salida del horno, esperando ser aprobada. Sin embargo, considerando las condiciones en las que se encontraba, la descartaron.
–Queremos hacer ese puzzle, pero está muy alto y no podemos cogerlo.
Miguel Ángel alcanzó una de las cajas que había sobre la repisa del armario y se la dio a su hija.
–No os sentéis en el suelo, que hace mucho frío, ¿vale? –los tres asintieron.
Antes de volver al salón, Miguel Ángel pasó a ver a Rafi. No le gustaba dejarla demasiado tiempo sola aunque ella misma insistiera en que no podía quedarse encerrado entre esas cuatro paredes solo por cuidarla. Ella estaba recluida allí sin más remedio, pero no quería que su familia tuviera que hacer ese sacrificio por ella. Quería que salieran a dar un paseo como solían hacer, que llevara a Alba a jugar al parque más seguido como antes, que pinchara un vinilo y la subiera sobre sus pies para bailar juntos. Quería esa normalidad que se había esfumado para no volver.
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Cuídame por siempre
FanfictionLa Navidad de la familia Lacunza transcurre cada año en un lugar distinto. El sitio, la casa, el paisaje, las personas que se cruzan por la calle, todo es distinto. Familia, risas, villancicos, juegos, un poco de turismo y tardes y noches de sofá y...