Travesía

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Travesía: Viaje que puede implicar algún tiempo de riesgo, experimentando situaciones inesperadas.

Abigail llegó a su hogar cuando ya estaba oscureciendo, se le había pasado la hora al estar todo el día con sus amigos en La Push, tomándose un respiro de la realidad y ayudando a Jacob a terminar de trabajar en una vieja camioneta que sería un regalo para la tan querida Isabella Swan. De solo pensar en su nombre se le erizaban los pelos y su rostro formaba facciones fruncidas, se le era imposible disimular su disgusto.

-Quinteros, acércate al salón. Tienes visitas- Habló la recepcionista de turno con voz monótona y aburrida. Abigail la observó con sorpresa un momento, nunca tenía visitas y debido a su comportamiento tampoco se le sería aceptado. Caminó lentamente al salón principal del hogar, pensando en todas las posibilidades que podría traer esta situación, odiaba las sorpresas y prefería estar preparada para todo. Pero nunca imaginó lo que le estaba esperando.

Frente a ella se encontraba una mujer aparentemente entre sus treinta y cuarenta años. De estatura media, con una figura delgada y llamativa, de tes morena y dueña de unos brillantes y absorbentes ojos verdes pardo, los mismos que Abby tenía. Ambas eran bastante similares, exceptuando el tono de piel y cabello, que eran más oscuros en la mujer, dándole un aire envolvente y misterioso. A primera vista Abigail pensó que poseía una belleza despampanante, pero había algo en sus ojos, un dejo de maldad o agresividad que la ponía nerviosa. El veneno siempre viene en un frasco llamativo, pensó mientras mejoraba su postura y la observaba fríamente.

-¿No me vas a saludar? Sé que no me conoces, pero es bastante obvio adivinar quién soy- Habló burlonamente la mujer, analizando cada movimiento de la chica situada al frente suyo.

-Llegaste dieciséis años tarde mamá, ¿Qué te tomó tanto tiempo?- Le respondió con una sonrisa sarcástica. Aunque el parecido entre ellas fuera innegable, ambas sabían que no tenían nada en común además de los genes. El hecho de ser dos mujeres de carácter fuerte e inteligentes, solo hacía del momento algo tenso y demandante, como si estuvieran esperando que la otra atacara primero. Abigail recordó algunas conversaciones con su padre cuando era pequeña, en las que hablaron de su madre. Amelia, una mujer fuerte y aventurera, como la describía su padre.

-La vida me mantuvo ocupada, querida. Mientras te esperaba me contaron un poco sobre ti, ¿Así que eres una chica problema, eh?-.

-Sí bueno, eso pasa cuando no tienes figuras estables en tu vida. Son cosas que pasan, ¿Cierto?- Concluyó Abigail con una risa que resonaba con veneno dentro de la habitación. Volvieron a sumirse en un silencio incómodo, mientras no se quitaban la vista de encima. Al cabo de unos segundos, la madre suspiró y caminó hacia su hija, bajando la guardia.

-Abby, sé que no soy la madre que esperabas. Sé que pude haber aparecido antes, pero créeme que tu vida era mejor acá que conmigo. También sé que no tienes ninguna razón para irte conmigo, pero sé lo que estás sintiendo. Sé que sientes que algo grande se viene y tienes miedo porque no sabes controlar tu don. Vengo a enseñarte todo lo que sé, ya tienes la edad suficiente y necesito que aprendas a cuidarte, puede que no me creas, pero me preocupo por ti-.

-¿Tú también lo tienes?- Por primera vez, la chica se sintió comprendida. Si bien no era lo que esperaba, sentía que por fin podría darle una respuesta a sus interrogantes. Algo le decía que podía confiar en su madre, aunque fuera una completa desconocida. La madre tomó su mano suavemente mientras asentía, provocando una corriente que Abigail nunca había experimentado. Sintió leves cosquillas recorrer su cuerpo, comenzando con su mano y terminando en la punta de sus pies. Abrió los ojos maravillada y observó como su madre sonreía, por primera vez desde que se conocieron, de manera sincera.

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