Serendipia

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Serendipia: Hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta.

Febrero, 2006.

Abigail se encontraba tarareando una suave melodía mientras por los altavoces del auto arrendado que iba manejando se escuchaba Sui Generis, una banda argentina que su padre amaba. Desde la abrupta separación de ambos, la música latinoamericana que escuchaba su padre se hizo muy presente en la vida de la hija, recordando y anhelando pequeños momentos en los que la vida era sencilla e irradiaba felicidad. En momentos de tempestad, la música heredada por parte de él la trasladaba a una burbuja de calma y serenidad.

Faltaban unos minutos para llegar a su destino: La Push. Y, si bien todos los detalles de su visita habían quedado arreglados el día anterior, la chica no podía evitar sentir nervios al hospedarse en una pequeña casa llena de desconocidos. El juego ya no estaba a su favor, no era ninguna casa de acogida y ella no era la cabecilla de ningún grupo de menores de edad. Era una manada de hombres lobo contra una bruja sin mucha experiencia.

No pudo evitar pensar en la presencia de Paul Lahote. ¿Estaría en esa casa?, ¿Querría verla de nuevo? Poco sabía Abigail que el muchacho se sentía igual o incluso peor. En sus dieciocho años, nunca se había sentido nerviosa por un hombre, por lo general era ella quien manejaba la situación y llevaba las riendas de lo que podría o no pasar. Amaba su independencia y lo que su encanto podía provocar en el sexo opuesto, estaba consciente de que su inteligencia era un arma de doble filo, y sumándole su misteriosa aura, era muy fácil manipular las situaciones a su favor. Su seguridad aplacaba cualquier inseguridad que pudiera surgir en su mente, pero frente a Paul, sentía que era su alma quien hablaba, y no hay nada más personal e íntimo que dos almas conociéndose y fundiéndose en una.

Estacionó el auto a la entrada de la pequeña casa en la que viviría por unos días, y con un suspiro salió del auto y sacó sus pertenencias. Mientras se acercaba a la entraba del hogar, Sam abrió la puerta y a su lado se encontraba una hermosa mujer de piel cobriza y brillante, llevaba su cabello negro suelto, resaltando lo largo y lacio que era. Si bien poseía tres grandes cicatrices de garras en el costado derecho de su rostro, su belleza era tal que nada podía apagarla.

-Abigail, bienvenida. Ella es mi prometida, Emily Young- La presentó Sam Uley.

-¡Abigail, al fin nos conocemos! Sam lleva su maleta al cuarto de invitados, estoy muy feliz de saber que te tenemos como invitada. Tiendo a estar rodeada de estos hombres lobo, así que una compañía femenina es lo que necesito para no volverme loca- Comentó Emily mientras abrazaba a Bigy como si se conocieran de toda la vida, provocando su risa y la abrazaba de vuelta. Había algo en la mujer que acababa de conocer que entibiaba el frío corazón de Abby, su aura y su energía eran brillantes y positivas, y pronto entendió Abigail que ella era el alma gemela de un alfa, siendo igual o más importante dentro de la manada.

Pasaron la tarde conociéndose y charlando animadamente, compartiendo galletas horneadas por Emily. Ambas conectaron de inmediato, siendo contrarias en casi todos los aspectos posibles pero uniéndose por el humor y el cariño incondicional que tenían por sus seres queridos. Sam y los chicos se encontraban patrullando la zona en su forma lobuna, por lo que estuvieron solas la mayor parte del tiempo, siendo un descanso para Emily y ayudando a Abigail a familiarizarse con el entorno que la rodeaba.

Ya entrada la noche, Abigail escuchó la puerta y cómo entraban los tres chicos mientras ella se encontraba ordenando sus pertenencias en el cuarto que la acogería por el tiempo que estuviera en la Reserva. Sintió un suave golpeteo en su puerta, y luego de unos segundos se abrió revelando el rostro que anhelaba ver desde que pisó territorio quileute. Instintivamente, una ligera sonrisa llegó a su rostro, pero con la misma rapidez que llegó, se esfumó, debido a la cara de preocupación que llevaba Paul.

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