Petricor

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Petricor: Es el nombre que recibe el olor que produce la lluvia al caer sobre suelo seco.

2006.

-¡Abby!- Gritó Paul mientras divisaba al amor de su vida acercarse a la casa de los Clearwater vestida solo con una polera y empapada de cabeza a los pies. Aún con la distancia, podía ver claramente como tiritaba frenéticamente y su rostro demostraba la más pura molestia. Cruzó miradas con Sam e inmediatamente comprendió lo que sucedía, la bruja ya sabía todo.

Trotó a paso raudo a su reencuentro, envolviéndola en un abrazo protector de la lluvia que no dejaba de caer. Abigail no se resistió, en gran parte por el frío que la consumía, sin embargo, su enojo no había disminuido y estaba consciente de que, aunque no era el lugar ni el momento adecuado, ella y Paul tendrían una seria conversación para dejar las cosas claras. Sam continuó su camino hacia la casa de los Clearwater, dejando a la pareja en la entrada para que tuvieran privacidad.

-¿Qué pasó, por qué estás tan desabrigada?- Preguntó Paul tomando una mínima distancia de su impronta para poder observarla bien, empecinado en buscar alguna herida.

- Bella saltó del acantilado y Jacob tuvo que sumergirse para salvarla, le di mi ropa para que entrara en calor. ¿Qué está pasando aquí? Tus intenciones por mantenerme a salvo solo trajeron problemas Paul-.

Con un suspiro Paul tomó ambas manos de su impronta y comenzó a acariciarlas de la manera más suave posible, Abigail comprendió que era su forma de pedir disculpas y de intentar tranquilizarla, por lo que levantó su mano derecha y la posó sobre la mejilla de su amor, acariciando su tersa piel y provocando que este se inclinara sobre su toque y cerrara sus ojos.

-Harry Clearwater sufrió un ataque al corazón y no pudo lograrlo Abbs, vinimos a darle la noticia a su esposa Sue, y a sus hijos Seth y Leah- Murmuró Paul, era palpable la tristeza que emanaba el lugar, y Abigail se alzó de puntitas y abrazó al hombre que tenía de frente, sabiendo que él no demostraría sus emociones. Juntos, se fundieron en un abrazo lleno de amor y devoción, compartiendo sus emociones y siendo acompañados solo por el silencio de la noche.

De un momento a otro se le crisparon los bellos a Abigail, poniéndose inmediatamente alerta y separándose de Paul en caso de que hubiera un enemigo cerca. Pero no era ningún enemigo, el ruido y la conmoción venían desde dentro de la casa, y pudieron ser testigos de cómo una muchacha salía corriendo y en medio de un salto se convertía en un lobo. Perplejos, ambos se miraron mientras la mujer lobo seguía corriendo en dirección al bosque, al mismo tiempo que un joven salía de la casa en busca de ella, corriendo la misma suerte y transformándose en lobo, solo que él no corrió al bosque, solo se quedó ahí congelado emitiendo pequeños chillidos que se podían entender como sollozos.

No hubo tiempo para reaccionar, y Sam junto a Paul corrieron al encuentro del joven lobo de tonalidades parecidas a la arena. Abigail observó cómo Embry y Jared salían de la casa y trotaban paraencontrarse con los demás, intentando calmar y hablar con el pequeño lobo. Pero Abigail no estaba preocupada por él, podía sentir sus emociones y su energía y sabía que era un muchacho fuerte y resiliente. En cambio, trotó hacia el bosque en busca de la mujer lobo, podía sentir a gritos que necesitaba a alguien y al ser la única mujer en transformarse, supuso que no querría conversar con un hombre en estos momentos.

Al adentrarse al bosque cerró los ojos y le pidió susurrando a los espíritus que la guiaran a su destino, suspiró y lentamente abrió los ojos mientras comenzaba a surgir una fuerte brisa, pero segura. Se dejó guiar por el viento y caminó unos minutos hasta llegar a un pequeño claro y ahí, frente a ella, se encontraba un lobo más pequeño que el resto de pelaje grisáceo.

Abigail dejó fluir su energía, proyectándola y conectando con Leah Clearwater, esperó un momento hasta que pudo sentir cómo la chica la aceptaba y caminó remisamente hacia ella. Paró a una distancia segura, un par de metros se disponían entre las dos.

-¿Leah Clearwater? No hemos podido ser presentadas aún, mi nombre es Abigail Quinteros... Al parecer somos las únicas mujeres arrastradas a esta historia de fantasía- El lobo emitió un pequeño sonido, a los oídos de Abigail era lo más parecido a una mofa.

-No tengo el mismo poder que tú para convertirme en mujer lobo, pero si te parece bien puedo ayudarte a volver a tu forma humana-.

Suaves aullidos salieron de la garganta de la mujer lobo, y Abigail pudo sentir su desesperación y agonía. Dio un par de pasos hacia adelante y estiró su brazo, dando a entender a la loba que se podía acercar y que podía confiar en ella. La loba lentamente se levantó y con la cabeza gacha, caminó hacia Abby, permitiéndole posar su mano sobre su nuca. Abigail sonrió un poco y la acarició levemente para luego cerrar sus ojos y comenzar a trabajar.

-Voy a calmar tus emociones, te vas a sentir más estable y segura. Cuando logres controlar tus respiraciones, vas a comenzar a imaginarte en tu forma humana. Tu rostro, tu cabello, tus manos, tus pies, toma todo el tiempo que necesites y yo estaré aquí apoyándote-.

Leah se tomó su tiempo, se encontraba completamente abrumada por sus emociones y tantas situaciones de estrés en tan poco tiempo, pero Abigail nunca dejó su lado. Y, si bien Leah no quería compañía y menos de alguien que viniera del grupo de Sam, su ex, la presencia de Abigail la confortaba en cierto sentido. Por primera vez en mucho tiempo, pudo sentir que podía confiar en alguien.

Para el tiempo que llegaron los demás metamorfos al claro, Leah ya se encontraba en su forma humana, y frente a ella se había sentado Abigail, para evitar que vieran el cuerpo desnudo de la chica. El ambiente era extremadamente tenso, como si nadie realmente quisiera estar ahí y Abigail no lo podía entender. Sam se acercó sin emitir ruido alguno y le alcanzó un vestido suelto a Leah, intentando no mirarla. Culpa, gritaban las emociones de Sam.

Leah se vistió rápidamente y comenzó a caminar en dirección a su casa, con los pasos más rápidos que le permitían sus piernas sin correr. Seth, el más joven del grupo gritó su nombre y la siguió, intentando alcanzarla y ambos desapareciendo por el bosque.

-Ya basta- Habló con voz firme Abigail, provocando el sobresalto de la mayoría, y que todos los ojos presentes se posaran sobre ella.

-Basta de secretos, basta de ocultarme información. Se supone que estamos todos trabajando por la misma causa, según el tratado yo estoy acá para cuidarlos y no me dejan. Si no requieren mi ayuda, díganmelo y así puedo volver a mi vida en Seattle-.

Ninguno supo cómo responder, nunca pensaron que la bruja se tomaría las cosas tan seriamente, pero quizás era lo mínimo que ella podía hacer, siendo la última heredera de las brujas de Salem. Paul pudo sentir cómo su corazón se rompía al escuchar sus palabras, no se había dado el tiempo de pensar en la vida que había dejado atrás Abigail, para él su vida era la reserva y al transformarse en lobo era posiblemente lo único que conocería del mundo. Pero Abigail vivió pérdidas y decepciones toda la vida, y se estaba preparando para un futuro, estudiar y poder ayudar a las personas, viajar y conocer, dejar su pasado atrás y con eso a su pedante madre y a su padre desaparecido. Poco a poco, Paul unió los cabos sueltos y comprendió que él no era un futuro digno para su impronta, comprendió que iba a llegar el momento en que tenía que dejarla ir y ser feliz.

-Como alfa de la manada pido las disculpas pertinentes Abigail, así como tú, nosotros también somos nuevos en esto y aún nos estamos adaptando. Desde ahora en adelante seguiremos trabajando como equipo- Fue Sam quien rompió el silencio.

A lo lejos se escuchó un aullido de lobo, volviendo a poner alerta a todos los de la manada. Abigail solo suspiró y comenzó a caminar con destino a la casa de los Clearwater mientras hablaba con voz monótona.

-Es Jacob. Tiene el corazón roto, y no sé si se dieron cuenta, pero hay un cambio en el ambiente. Vampiros, probablemente-.

Sam, Jared y Embry corrieron a fundirse con el bosque y cambiar de forma, mientras que Paul se tomó unos segundos para ver como su impronta se alejaba, sintiendo que con ella se alejaba su corazón, dejándolo con una sensación de vacío que nunca había experimentado, ni siquiera cuando su madre lo abandonó o cuando su padre se refugió en el alcohol.

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