Sororidad

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Sororidad: Solidaridad y concordia entre mujeres.

2006.

Un suave golpeteo en la puerta de su habitación trajo de vuelta a Leah, quien se encontraba ensimismada en su mundo, pensando y rememorando todo lo acontecido en las últimas horas.

-Hija, tienes visita- Habló con voz sumisa Sue Clearwater, su madre. Pasaron unos segundos y pudo sentir como alguien entraba a la habitación y cerraba lentamente la puerta, con cuidado de no hacer ruido.

-No quiero ver a nadie-.

-No es necesario que me mires, solo quiero hablar contigo- Murmuró Abigail, sentándose en la silla de un escritorio frente a la cama donde se encontraba Leah, desparramada entre las sábanas.

-¿Cómo hiciste lo que hiciste en el bosque?- Preguntó Leah, sabiendo quien era su visita y bajando levemente la guardia.

-¿Qué cosa?-.

-Ya sabes, controlar mis emociones y todo eso. Estoy familiarizada con las leyendas sobre hombres que se transforman en lobos, soy parte de la reserva quileute; pero tú no eres de aquí. No sé lo que eres, sin embargo, parece como si todos confiaran en ti-.

-Soy la última heredera de las brujas de Salem... Suena como un gran título y responsabilidad, pero la verdad entré en este mundo hace un tiempo atrás. La verdad ni siquiera quería hacerlo, mi madre me manipuló de alguna forma-.

-Cuéntame todo, suena más interesante que mi historia- Comentó Leah con una risa sarcástica, y Abigail pudo verse reflejada de cierta manera en ella: sarcástica, seria, poseedora de una lengua de doble filo, rota y herida por el destino.

-Viví toda mi vida en Seattle, mi mamá nos abandonó a mí y a mi padre luego de que naciera y todo fue medianamente normal hasta que cumplí once años y deportaron del país a mi papá; no tenía sus papeles al día y bueno, pasó lo que tenía que pasar. De ahí en adelante viví en hogares de acogida y no era tan malo, hasta que empecé a crecer y desarrollarme. Junto con eso empecé a tener sueños, escuchar voces... Te prometo que por un tiempo pensé que tenía alguna enfermedad psiquiátrica como esquizofrenia o delirios, -murmuró con una leve risa, recordando esos tiempos- por alguna razón mis sueños me terminaron trayendo hasta La Push, donde conocí a Jacob, Quil y Embry; en ese entonces pensé que el destino me había traído a ellos para no estar tan sola en la vida, pero al final esa no era la razón...

Cuando cumplí dieciséis apareció mi madre porprimera vez en el hogar que vivía, había firmado todos los papeles necesarios yme quería llevar con ella, al principio me negué, pero luego comprendí que ellapodría ser la única oportunidad que tendría para dar respuesta a todas misdudas. Vivimos juntas dos años, ella me enseñó todo lo que conlleva ser unabruja, me instruyó sobre nuestro linaje, sobre nuestra importancia comonegociadoras y mediadoras de lo vivo y lo muerto. Sarah Good es mi tátaraabuela, ella fue la que creó el tratado entre los hombres lobo de la reserva ylos Cullen, poniendo como condición que su linaje se haría cargo con el pasarde los años para preservar la paz, así que cuando supimos que los Cullen habían vuelto y se habían involucrado con una humana, viajamos hasta la reserva y formamos una nueva alianza con Sam, el alfa de esta generación de lobos-.

-... ¿Alfa de esta generación de lobos?, ¿O sea que debo servir a las órdenes de Sam Uley?- Interrumpió una muy agitada Leah, quien se encontraba temblando gravemente. Abigail abrió los ojos de par en par debido al sobresalto, y mientras hablaba palabras para tranquilizarla intentó calmar sus emociones y dejarla en un estado más ameno.

-Sam es el alfa y Paul es el beta, luego está Jared, Embry y Jacob. Y bueno, ahora tú y tu hermano... ¿Por qué siento que hay algo que no sé entre ustedes? - Abigail preguntó cuándo el ambiente de la habitación había vuelto a su calma, y ambas chicas cruzaron miradas por un momento, creando de alguna forma una conexión que ambas sabían iban a atesorar. Leah suspiró y observó la ventana.

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